El forraje de alfalfa, en forma de heno o ensilado, es una de las materias primas más comunes usadas en dietas de vacas lecheras. Su alta concentración en proteína, unida al elevado contenido en fibra soluble, hace que sea uno de los alimentos preferidos por los nutricionistas lecheros.
Después de cortada, la alfalfa conservada como heno requiere estar extendida sobre el terreno entre 2 y 4 días para secarse o más, dependiendo de las condiciones ambientales. Cuanto más rápido es el secado, mejor es la calidad del heno y menor el riesgo de recibir fenómenos meteorológicos adversos en forma de lluvia o granizo.
Del total de proteína disponible en las plantas de alfalfa antes de segarse, un 28 % de esta puede perderse cuando el heno de alfalfa se realiza con buenas condiciones ambientales y hasta un 46 % cuando hay lluvia. Además, al reducir el tiempo que la masa forrajera cortada permanece en el campo, se acelera el crecimiento de los nuevos rebrotes y aumenta la producción forrajera por hectárea.
Las pérdidas de materia seca (MS) durante todo el proceso de elaboración de la alfalfa seca se estiman entre un 15 y un 25 % para aquella obtenida bajo buenas condiciones de secado, y en un 35 y un 100 % para la dañada por lluvia. Las pérdidas mecánicas representan entre un tercio y la mitad de todas las pérdidas de MS. Durante el proceso de segado, hilerado y empacado algunas hojas de la planta se desmenuzan y se separan del tallo, lo que hace disminuir la calidad del producto final. De todas las actividades, el hilerado produce las mayores pérdidas.
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