Uno de los principales problemas medioambientales es la emisión de nitrógeno al ambiente. El nitrógeno es un elemento químico que no puede ser ni producido ni destruido por el metabolismo animal y solo pueden ser transformadas las moléculas que lo contienen (Pfeffer y Hristov, 2005).
La mayoría del nitrógeno consumido por los animales es excretado, actuando como nutriente necesario para el crecimiento de las plantas; sin embargo el principal problema durante este ciclo del nitrógeno es que se producen pérdidas elevadas de nitrógeno que contribuyen a la degradación del medioambiente (Rotz, 2004). Las mayores pérdidas de nitrógeno que ocurren en los sistemas intensivos de producción animal se producen mediante las emisiones de gases a la atmósfera (amoniaco, óxido nitroso, y óxido nítrico), y la escorrentía de nitratos a aguas superficiales y subterráneas.
Los rumiantes juegan un papel principal en el suministro de alimentos mediante la conversión de productos fibrosos incomestibles para los humanos en alimentos de alta calidad; sin embargo, esta conversión produce inevitables pérdidas de nitrógeno en las heces y orina que pueden producir un alto impacto medioambiental. Así, la contribución de los rumiantes a las emisiones globales de amoniaco es superior al resto de especies de producción.
Las pérdidas de nitrógeno pueden ser reducidas mediante la mejora de la eficiencia del animal para usar la proteína alimentaria, disminuyendo las pérdidas durante el almacenamiento y el manejo de las excretas, y haciendo rotación de cultivos para aprovechar mejor el N de las excretas; de esas tres opciones, la primera es la más rápida y fácil de implementar (Rotz y col., 1999).
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