María Villagrasa & Nuria Garcia
La fiebre aftosa (FA) es una enfermedad viral grave y altamente contagiosa que afecta al ganado y que tiene un impacto económico significativo; provoca graves pérdidas productivas y, aunque la mayoría de los animales afectados se recupera, la enfermedad a menudo los deja debilitados.
Está causada por un virus de la familia Picornaviridae del que existen siete cepas que son endémicas en diferentes países del mundo; cada cepa requiere una vacuna específica. Los animales infectados exhalan una gran cantidad de virus que pueden infectar a otros animales por vía respiratoria u oral.
La enfermedad también puede ser transmitida por personas, vehículos y otros objetos contaminados. La mortalidad es generalmente baja en animales adultos (1-5%), pero más alta en terneros (20% o más). El periodo de incubación es de 2 a 14 días.
El signo clínico típico es la aparición de ampollas (o vesículas) en la nariz, lengua o labios, en el interior de la cavidad bucal, entre los dedos de los pies, por encima de las pezuñas y ubres. Otros síntomas frecuentes son fiebre, hipersalivación, pérdida de apetito, pérdida de peso y disminución de la producción de leche. Los animales que se han recuperado de la infección pueden a veces ser portadores del virus e iniciar nuevos focos de la enfermedad.
La FA es endémica en varias partes de Asia y en la mayor parte de África y Oriente Medio, así como en unos pocos países de Sudamérica. A pesar de que el resto de países están actualmente libres de FA, es una enfermedad transfronteriza que puede aparecer de forma esporádica en cualquier área típicamente libre.
El conocimiento completo de los factores de riesgo relevantes es clave para implementar una estrategia de control eficaz. En este sentido se realizó un estudio (Chalutwan Sansamur, et al., 2020) para cuantificar los factores de riesgo asociados con los brotes de fiebre aftosa a nivel de granja en la provincia de Chiang Mai en Tailandia.
Para ello se distribuyó un cuestionario entre todas las granjas registradas en las cooperativas lecheras y/o la Oficina Provincial de Ganadería de Chiang Mai en los tres distritos de estudio. Las granjas que habían sufrido un brote de fiebre aftosa (n = 140) y las granjas sin brote (n = 307) fueron visitadas por un veterinario y un oficial de ganado autorizado.
Las explotaciones con brotes de FA se definieron como explotaciones lecheras en las que se registró al menos un animal con signos clínicos típicos de la enfermedad o se confirmó como positivo una muestra de tejido.
El cuestionario constaba de cinco partes que incluían:
- información general sobre los ganaderos;
- la crianza y el ambiente de la explotación;
- el movimiento de animales y vehículos antes del brote;
- el historial de infección por fiebre aftosa y el estado de vacunación, y
- las prácticas de bioseguridad durante los brotes.
Se utilizaron análisis de regresión logística para determinar la asociación entre los posibles factores de riesgo y los brotes de FA.
Movimiento del ganado
Comprar una vaca en una granja sin observar un protocolo de cuarentena aumentaba el riesgo de que se produjera un brote de FA [índice de probabilidad (odds ratio, OR) = 2.41]. En el área de estudio, el ganado lechero era comúnmente transportado a las granjas sin ninguna prueba previa al movimiento y tampoco se ponía en cuarentena en la granja de destino; por lo tanto, el virus podría transmitirse del ganado lechero recién comprado al ganado susceptible que ya estuviera en la granja.
Las granjas ubicadas cerca de zonas compartidas de pastoreo de ganado estaban asociadas con brotes de fiebre aftosa (OR = 1.83), probablemente debido a la propagación aérea del virus. Además, las granjas ubicadas cerca de un matadero también tenían un mayor riesgo de aparición de fiebre aftosa (OR = 1.83). Seguramente el envío de ganado infectado a un matadero durante un brote podría haber contribuido a la propagación del virus durante el transporte y en el matadero.
Vacunación y medidas de control
Si bien los programas de vacunación se aplicaban tres veces al año en todas las granjas lecheras, se encontró un mayor riesgo de FA en las granjas donde las vacunas fueron administradas por el personal de la misma (OR = 2.52) en comparación con las granjas donde la vacuna fue administrada por personal cualificado. Es posible que el personal de la granja no supiera realizar de forma adecuada el procedimiento de vacunación.
Las granjas con antecedentes de un brote de FA en los 12 meses anteriores tenían un riesgo menor de experimentar un nuevo brote (OR = 0.44). Posiblemente los propietarios afectados por un brote estuvieron más atentos a las medidas preventivas y de control prescritas.
El personal de la administración educó a dichos ganaderos con el fin de mejorar las prácticas de gestión de la bioseguridad, de modo que se encontró que una alta proporción de ganaderos que usaban desinfectantes habían experimentado un brote de fiebre aftosa en su granja en los 12 meses anteriores.
Es necesario fortalecer la bioseguridad y mejorar las prácticas de gestión
Los factores de riesgo identificados en este estudio se relacionaron con la bioseguridad de la granja, la administración de la vacuna contra la fiebre aftosa y la distancia de las granjas a las áreas de riesgo.
Por lo tanto, es importante fortalecer la bioseguridad y mejorar las prácticas de gestión de las explotaciones para reducir la incidencia de la enfermedad. Se necesitan programas de educación o capacitación para los ganaderos que mejoren los conocimientos y las prácticas en relación con dichos factores.
Referencia
Chalutwan Sansamur, Orapun Arjkumpa, Arisara Charoenpanyanet and Veerasak Punyapornwithaya. Determination of Risk Factors Associated with Foot and Mouth Disease Outbreaks in Dairy Farms in Chiang Mai Province, Northern Thailand. Animals 2020, 10, 512.
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