Álvaro García
El nitrógeno ureico en leche (MUN, por sus siglas en inglés) es un marcador práctico y económico que aparece en la mayoría de los análisis rutinarios de leche que realizan los procesadores y los DHI. Aunque los ganaderos realizan un seguimiento rutinario de la grasa, la proteína, el recuento de células somáticas y el rendimiento, el nitrógeno ureico en leche ofrece una visión única de la utilización de la proteína alimentaria por parte de la vaca. De todos los macronutrientes que componen una ración láctea, la proteína suele ser el más caro por unidad de suplemento, por lo que es muy importante controlar la eficiencia de su uso. Cuando el MUN está demasiado alto, puede indicar que la proteína se ha suministrado en exceso o que no está bien equilibrada con la energía fermentable. Si es muy bajo, puede apuntar a una escasez de proteína que podría limitar el rendimiento.
El MUN es particularmente útil porque no requiere pruebas ni costes adicionales, ya que probablemente el ganadero disponga ya de estos datos. Si se interpreta el MUN junto con los factores dietéticos, especialmente la proporción entre carbohidratos no fibrosos (CNF) y la proteína bruta (PB), se pueden ajustar las raciones con el fin de reducir el desperdicio de alimento y mejorar la eficiencia del nitrógeno. Al reducir el MUN también disminuyen las pérdidas de nitrógeno urinario y con ello la formación de amoníaco en los establos, lo que, además de beneficiar al medio ambiente, mejora la calidad del aire y preserva el valor nutritivo del abono. Hoy en día, cuando los costes de los alimentos son elevados y las exigencias medioambientales son cada vez mayores, el MUN es un método sencillo y accesible que ayuda a los ganaderos a tomar decisiones sobre alimentación más informadas y rentables.
Los principales factores dietéticos que influyen en el MUN
Los últimos estudios, entre los que se incluye un metaanálisis realizado por Zhao et al. (2025), han ayudado a esclarecer qué componentes de la dieta influyen más en las concentraciones de MUN. Una de las conclusiones más destacadas fue que la proporción entre CNF y PB en la dieta era importante. Cuando era demasiado baja, es decir, un alto contenido de PB en proporción a los CNF, la MUN tendía a aumentar. Por el contrario, cuando estaba muy alta, es decir, cuando no había suficiente proteína, la MUN disminuía. Esto demuestra que es importante equilibrar la energía y la proteína disponibles en el rumen para garantizar una síntesis proteica microbiana eficiente y reducir al mínimo las pérdidas de nitrógeno.
Para conseguir el mejor balance, siga estas pautas básicas:
- Mantener una media de MUN de entre 8 y 16 mg/dL ayuda a equilibrar la eficiencia alimentaria y las pérdidas de nitrógeno.
- Por lo general, mantener la proporción CNF/PB entre 2,15 y 3,60 está asociado a un MUN en el intervalo deseado.
- Consecuencias de unos valores MUN extremos:
- Un MUN >16 mg/dL puede ser un indicio de que hay un exceso de proteína o una insuficiencia de energía fermentable. Para solucionar este problema se puede reducir el consumo de proteína en la dieta o aumentar la energía (por ejemplo, con maíz molido o melaza).
- Un MUN <8 mg/dL puede indicar que existe un déficit de proteína, lo que requeriría evaluar las fuentes de PB o aumentar el contenido de proteína degradable en el rumen.
Ya que la urea de la orina se convierte rápidamente en amoníaco, un MUN elevado también genera emisiones de este elemento, lo que afecta a la calidad del aire del establo y a las pérdidas de nitrógeno procedentes del estiércol. Optimizando el MUN, no sólo se reducen los costes de los insumos, sino también las emisiones y se retiene más nitrógeno en el estiércol para su uso como fertilizante.
Vacas alimentadas con pasto frente a vacas alimentadas con ración total mezclada (RTM)
Aunque la proporción CNF/PB influye de forma clave en la producción del MUN, es importante reconocer que las reacciones a este factor pueden variar en función del sistema de producción. En los sistemas de confinamiento, donde las vacas se alimentan con una ración total mezclada, los productores tienen más control y pueden ajustar con precisión el equilibrio entre la PB y los CNF. En cambio, en los sistemas de pastoreo, las vacas consumen selectivamente las partes más verdes de la planta, a menudo el tercio o la mitad superiores, que, por lo general, contienen más proteína bruta y menos hidratos de carbono fermentables. Esta conducta selectiva, sobre todo durante los períodos en los que los pastos crecen más rápido, da lugar a un aumento de la cantidad de proteína degradable en el rumen en comparación con la de energía, lo que a menudo conduce a un MUN elevado. No es raro que, en los rebaños en pastoreo, sobre todo en los que utilizan pastos de crecimiento vegetativo rápido, el MUN supere los 20 mg/dL sin que esto indique necesariamente una mala gestión.
Las leguminosas, como los tréboles y la alfalfa, suelen tener una concentración de proteína bruta mucho mayor que las gramíneas de estación fría, como el raigrás, la festuca o el pasto ovillo. Si bien esto puede favorecer una producción de leche elevada, el desequilibrio proteína-energía de este tipo de dietas puede provocar un aumento del MUN. Para hacer frente a este problema, los ganaderos que trabajan con sistemas de pastoreo deberían complementar la alimentación con alimentos energéticamente densos, como el grano de maíz o la melaza, para mejorar la proporción CNF/PB, en vez de reducir el consumo de pastos. Al contrario que en los rebaños alimentados con RTM, donde la reducción de los ingredientes proteicos de la ración suele ser la primera estrategia para reducir un MUN elevado, los rebaños en pastoreo suelen necesitar suplementos energéticos para compensar la elevada proteína natural del forraje. La Tabla 1 contiene recomendaciones de suplementación energética (en kg de MS por vaca/día) que ayudan a equilibrar el alto contenido proteico y a gestionar eficazmente los niveles de MUN en situación de pastoreo.
Estas estimaciones se basan en la CNF típica del maíz (~85-90% MS) y tienen fines ilustrativos. Su nutricionista deberá ajustar los porcentajes exactos de inclusión.
Tabla 1. Tipo de forraje, MUN y suplementación energética |
|||
Tipo de pasto |
Proteína bruta (% MS) |
MUN estimado (mg/dL) |
Grano suplementario recomendado (kg MS/día) |
Ballico (vegetativo) |
22 |
18 |
2.0 |
Trébol rojo (vegetativo) |
24 |
21 |
2.8 |
Alfalfa (vegetativa) |
23 |
20 |
2.5 |
Como consecuencia de estos factores, la interpretación del MUN en los sistemas de pastoreo requiere de un contexto. Lo que podría considerarse alto en un rebaño en confinamiento puede ser fisiológicamente normal en rebaños en pastoreo adecuadamente gestionados durante ciertos periodos de tiempo. Aun así, unos niveles persistentemente elevados de MUN en rebaños en pastoreo requieren de una evaluación de la composición de los pastos y de una estrategia de suplementación que garantice la eficiencia del nitrógeno.
Cómo emplear el MUN en la granja
- Revisar el MUN regularmente mediante análisis de la leche, muchos procesadores y servicios DHI lo incluyen sin coste adicional.
- Prestar atención a las tendencias, no sólo a los valores individuales. Si el MUN del rebaño varía constantemente hacia arriba o hacia abajo, puede ser indicio de un desequilibrio en la dieta.
- Colaborar con un nutricionista para controlar los niveles de CNF y PB y calcular la proporción CNF/PB.
- Buscar la eficiencia conservando el nitrógeno dentro de la vaca y sin contaminar el ambiente.
La tabla 2 sirve para ajustar el equilibrio entre el CNF y la proteína bruta en las raciones para ganado lechero. En ella se indican las cantidades estimadas de maíz molido necesarias para alcanzar unos índices específicos de CNF/PB. Estos valores sirven de guía general y se basan en supuestos nutricionales comunes, pero deben ajustarse en función de la composición real de la ración y del rendimiento del rebaño (García, A. 2025).
Tabla 2. Estimación de las cantidades añadidas de maíz molido para mejorar la proporción CNF/PB |
|||
PB actual (%) |
CNF/PB objetivo |
CNF (%) objetivo |
Maíz añadido (kg/vaca/día) en base a la MS |
16 |
2.5 |
40 |
~2.3 |
16 |
3.0 |
48 |
~4.2 |
17 |
2.5 |
42.5 |
~2.9 |
18 |
2.5 |
45 |
~3.5 |
18 |
3.0 |
54 |
~5.5 |
Aunque incluir maíz molido u otros carbohidratos de fermentación rápida puede ayudar a reducir un MUN elevado, es fundamental no sacrificar la eficacia de la fibra ni la salud del rumen en el proceso. Un exceso de CNF y una fibra inadecuada pueden predisponer a las vacas a una acidosis ruminal subaguda (SARA), a la disminución de la grasa láctea y a una mala masticación del bolo alimenticio. Antes de realizar ajustes significativos, siempre hay que evaluar los cambios dentro del contexto de la dieta total, incluyendo la fibra efectiva, la cantidad total de almidón y el tamaño de las partículas, y consultar con un nutricionista.
El nitrógeno ureico en leche es un recurso muy útil, aunque a menudo infrautilizado, que permite mejorar la eficiencia del uso de la proteína en los rebaños lecheros. Este indicador permite saber si el nutriente más caro de la ración (la proteína) se transforma en leche o se desperdicia a través de la excreción de nitrógeno. Dado que el MUN refleja la interacción entre la proteína y los carbohidratos fermentables de la dieta, también sirve para determinar en qué medida la ración está equilibrada con respecto a la síntesis de proteína microbiana en el rumen.
Los últimos estudios refuerzan la idea de que la proporción CNF/PB es una de las variables predictivas más fiables en cuanto a la concentración de MUN y la eficiencia del nitrógeno. Cuando el MUN se mantiene dentro del rango objetivo de 8 a 16 mg/dL, suele reflejar un uso más eficiente del nitrógeno, menos pérdidas urinarias y un mejor uso de los recursos alimenticios. Ajustar este ratio, ya sea aumentando el CNF o reduciendo el exceso de proteína, puede conducir a una mejora significativa del control de los costes de alimentación. Algunos ajustes prácticos de la alimentación, como la inclusión de maíz molido para aumentar los CNF, si se aplican con prudencia y dentro del contexto de la dieta total, pueden ayudar a corregir los desequilibrios. Más allá de la eficiencia nutricional, mantener un MUN óptimo también tiene beneficios medioambientales. Una concentración elevada de urea en la orina genera emisiones de amoniaco, lo que reduce la calidad del aire del establo y disminuye el valor como fertilizante del estiércol. La reducción del MUN puede ayudar a minimizar esta pérdida de nitrógeno y a que la granja cumpla con los objetivos de sostenibilidad que cada vez exige más la opinión pública, los organismos reguladores y los consumidores de leche. Si se revisan periódicamente los datos del MUN, se vigilan las tendencias y se colabora con un nutricionista para interpretar los resultados teniendo en cuenta la formulación de la dieta, los ganaderos pueden sacar el máximo partido de este parámetro. De este modo, se consigue una alimentación proteica más precisa, un ahorro en los costes, la mejora de la salud y la reducción del impacto medioambiental.
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