Álvaro García
La frase «ordeñar una vaca» puede, sin quererlo, enmarcar al animal como un elemento pasivo, lo que reduce un proceso biológico complejo a una simple extracción. Aunque se utiliza para describir el acto de recolectar la leche, la frase pasa por alto la dimensión biológica y emocional que conlleva. A menudo nos fijamos en la maquinaria de ordeño; sus componentes, el diseño de la camisilla de caucho de la pezonera, el nivel de vacío y la frecuencia de pulsación, como si fueran los únicos factores que determinan su eficacia. Sin embargo, aunque todo el equipamiento cumple un papel esencial, a veces olvidamos el elemento más importante de todo el proceso: la propia vaca.
Las vacas producen leche de manera voluntaria mediante un complejo proceso hormonal que se origina en su cerebro. Por muy precisos que sean los ajustes de vacío o por muy moderna que sea la sala de ordeño, si la vaca está estresada, asustada o poco estimulada, la producción de leche no se desarrollará de forma adecuada. ¿Cuántas veces ha oído a un ganadero o a un ordeñador referirse a ciertas vacas como «duras», a menudo dejándolas para el final del ordeño para no ralentizar todo el proceso?
La bajada de la leche no es un proceso mecánico, sino un procedimiento neuroendocrino que depende de la confianza, la rutina y el bienestar del animal. Para optimizar al máximo el ordeño, hay que cambiar de enfoque: más que extraer la leche, se trata de facilitar que la vaca la libere de manera voluntaria y natural. Para ello, primero hay que comprender cómo se produce la bajada de la leche, cuáles son los factores que la estimulan y cuáles los que la inhiben.
De los terneros a la sala de ordeño: comprender el reflejo natural de la eyección de la leche
Por naturaleza, una vaca amamanta a su ternero cuando siente que es el momento oportuno. Estímulos como el sonido del ternero, su olor o los suaves golpes en la ubre desencadenan una potente cascada de respuestas hormonales. Entre ellas destaca la oxitocina, una hormona secretada por la hipófisis posterior, que provoca la contracción de las células musculares que rodean los alvéolos mamarios, impulsando la leche hacia los conductos mamarios y hacia las cisternas glandulares para que pueda ser extraída.
La bajada de la leche constituye un acto reflejo emocional y sensible. Factores como el estrés, la inseguridad o el miedo pueden llegar a bloquearlo por completo. De hecho, la adrenalina, la hormona que se libera en situaciones de estrés y dolor, contrarresta directamente los efectos de la oxitocina. Por eso, las vacas asustadas o maltratadas no consiguen bajar la leche de manera eficaz, lo que provoca interrupciones en el ordeño y malestar en el animal. Algunas vacas son difíciles de ordeñar, no porque no cooperen, sino porque algo les impide sentirse lo suficientemente cómodas como para producir leche. Cuando una vaca está tranquila y se siente protegida, su cerebro libera oxitocina, lo que provoca la contracción de los pequeños músculos que rodean los alvéolos de la ubre, impulsando la leche hacia los depósitos desde donde puede ser extraída. Sin embargo, si la vaca está estresada, asustada o siente dolor, su cuerpo libera adrenalina, que bloquea el efecto de la oxitocina e impide que la leche fluya.
El estrés puede deberse a muchas causas: ruidos fuertes, la presencia de personal desconocido en la granja, rutinas de ordeño inconsistentes, suelos resbaladizos o incómodos, o estar separada de su rebaño. Hasta los cambios ambientales más sutiles o un manejo brusco durante el ordeño puede ser suficiente para que una vaca se sienta insegura. Otro motivo habitual es que la estimulación previa al ordeño sea inadecuada. Si el despunte de leche y la limpieza de los pezones se llevan a cabo con prisas o se omiten, la vaca no recibe el estímulo sensorial necesario para desencadenar la liberación total de oxitocina. Para obtener una bajada de leche óptima, la estimulación debe durar al menos entre 10 y 15 segundos, y la maquinaria de ordeño deberá acoplarse en menos de un minuto para aprovechar el punto álgido del efecto de esta hormona.
Otros obstáculos importantes son el dolor y el malestar. Una vaca que padece de mastitis, tiene heridas en los pezones o experimenta un ajuste inadecuado del vacío durante el ordeño, puede sentir que el proceso es físicamente desagradable o incluso doloroso. Las vacas recuerdan las experiencias negativas, por lo que, si en el pasado el ordeño les ha resultado incómodo, con el tiempo pueden volverse más reacias o reactivas. El ordeño de las novillas puede resultar especialmente complejo si no se las acostumbra de manera gradual y respetuosa a la rutina; sus primeras experiencias en la sala de ordeño condicionan su comportamiento y respuesta a largo plazo.
Por último, existen vacas con un temperamento naturalmente más agresivo o nervioso. No es que sean problemáticas, sino que necesitan más paciencia, un trato más amable y un ambiente tranquilo para sentirse cómodas. A veces, algunos problemas físicos, como que las ubres estén inflamadas, que los conductos mamarios estén obstruidos o que haya particularidades anatómicas, también dificultan la bajada de la leche, sobre todo en vacas que acaban de parir. Sea cual sea la causa, la idea es la misma: las vacas no dan leche si no se sienten lo suficientemente seguras. Atender a sus necesidades tanto físicas como emocionales contribuye a que la experiencia de ordeño sea más eficiente y armoniosa, beneficiando tanto al animal como al ganadero.
Comprender cómo funciona la fisiología nos lleva a otro asunto: las vacas deciden cuándo van a dar leche, y esta decisión está condicionada por múltiples factores, desde cómo está diseñada la sala de ordeño hasta cómo se les trata antes del proceso.
Cómo crear el entorno adecuado
Para facilitar la bajada de la leche voluntaria, el entorno de ordeño debe reproducir las condiciones de comodidad y seguridad que la vaca experimenta al amamantar a su ternero. Es fundamental que se establezcan rutinas tranquilas, constantes y predecibles. Las vacas prefieren los sonidos bajos y suaves, a que ruidos fuertes, gritos o estímulos inesperados generan liberación de adrenalina y bloquean la acción de la oxitocina. Además, una ventilación adecuada, una iluminación moderada y uniforme, y un suelo limpio y seco también contribuyen al bienestar del animal.
Las vacas se sienten seguras cuando están con sus compañeras de rebaño. Cuando están cerca de ellas, están más tranquilas y relajadas. Acceder a la sala de ordeño en el mismo orden, evitar mezclar a los animales que no se conocen entre sí y reducir al mínimo el tiempo que pasan lejos del rebaño ayuda a reducir el estrés y fomenta un comportamiento natural. Hasta los detalles más sutiles, como el olor de la sala de ordeño o la sensación que transmite el suelo, pueden favorecer o dificultar el reflejo de la bajada de la leche. Las superficies resbaladizas, los movimientos bruscos o unos cubículos incómodos pueden ser motivo de ansiedad.
Un buen manejo implica tranquilidad, seguridad y ausencia de prisas. Las vacas responden bien a un comportamiento humano consistente. Cualquier manifestación de nerviosismo o impaciencia, así como un trato inconsistente entre diferentes ordeñadores, crean incertidumbre e impiden que la vaca se relaje.
Manejo: contacto, sincronización y confianza
El despunte de la leche es una parte fundamental en la preparación de la vaca, tanto para eliminar la leche potencialmente contaminada como para estimular la liberación de oxitocina. Este proceso imita el empuje y la succión naturales del ternero y debe ir seguido rápidamente de la preparación de la ubre, la limpieza y el secado de los pezones, así como de la colocación de la maquinaria de ordeño dentro de los 60 a 90 segundos posteriores a la estimulación inicial. Cualquier retraso puede reducir el pico de acción de la oxitocina, lo que provocaría un flujo de leche más débil y un ordeño deficiente.
Es importante destacar que, al considerar que el despunte de la leche solo sirve para detectar las mastitis o desechar la primera toma, se pasa por alto su importancia a la hora de activar las respuestas hormonales y emocionales de la vaca. No es solo una medida de higiene, sino un paso fundamental en la comunicación entre la vaca y el ordeñador.
Se ha demostrado que una estimulación previa constante y la colocación en el momento adecuado de la maquinaria de ordeño pueden aumentar la producción de leche hasta en un 10 % y reducir la incidencia de ordeños parciales, lo que mejora la salud de las ubres y reduce el recuento de células somáticas (Gleeson et al. 2004).
La vaca como aliada
Si la vaca confía en su cuidador, se siente segura en su entorno y los procedimientos respetan sus ritmos biológicos, no se resistirá, sino que cooperará.
Los sistemas de producción lechera suelen estar orientados a optimizar la velocidad y el volumen, pero este enfoque puede pasar por alto la experiencia de la vaca. Es un ser vivo que solo da leche cuando se siente segura. Considerar al animal como un colaborador activo en el proceso, en lugar de un objeto pasivo, da mejores resultados, no solo en la producción de leche, sino también en la salud a largo plazo, la eficiencia del ordeño y la armonía en la granja.
Si cambiamos el lenguaje que usamos para hablar del ordeño, pasando de «extracción» a «bajada de la leche», se producirá un cambio más profundo en cómo diseñamos nuestras instalaciones, formamos a nuestros trabajadores y evaluamos nuestros protocolos. Si escuchamos, observamos y respetamos las necesidades de la vaca, ella responde de manera positiva. Al final, disfrutar de una experiencia agradable durante el ordeño no solo beneficia a la vaca, sino a todos los que participan en el proceso.
© 2025 Dellait Knowledge Center. All Rights Reserved.