Álvaro García
Durante los últimos años, el sector lácteo ha sido testigo de un preocupante fenómeno: el creciente número de vacas con sobrepeso. Esto puede atribuirse a varios factores, como los cambios en las técnicas de alimentación, en la selección genética a la hora de obtener una mayor producción de leche y en la reducción de la actividad física de los animales. Las vacas lecheras de hoy en día se suelen alimentan a base de dietas hipercalóricas para maximizar la producción de leche, lo que provoca un desequilibrio entre la ingesta del alimento y el gasto de energía. Por otro lado, y gracias a los avances genéticos, se ha conseguido que las vacas tengan una mayor capacidad de producción de leche, aunque esto hace que sean más propensas a engordar. Si a esto le sumamos las limitadas oportunidades de ejercicio y movimiento que ofrecen los sistemas de producción en confinamiento, tenemos que concluir que estos factores contribuyen a que cada vez podamos encontrar más vacas con sobrepeso en las granjas lecheras. Para evitar esto, es esencial adoptar un enfoque integral que combine una nutrición equilibrada, unas prácticas de gestión eficaces y una buena estrategia de selección genética para hacer frente a los problemas de sobrepeso en las vacas lecheras. Si se adoptan medidas proactivas para promover una condición corporal y una salud metabólica óptimas, los ganaderos podrán mejorar el bienestar y la productividad de sus rebaños y, al mismo tiempo, contribuir a la sostenibilidad del sector lácteo a largo plazo.
Cómo afecta la obesidad a las vacas lecheras
Desde la perspectiva sanitaria, una vaca con sobrepeso es más propensa a sufrir trastornos metabólicos como el síndrome del hígado graso, la cetosis y la cojera. Además de comprometer el bienestar de los animales afectados, estos trastornos acarrean importantes pérdidas económicas para los ganaderos en cuanto al coste de los tratamientos y la reducción de la productividad. Además, la obesidad puede influir negativamente en el rendimiento reproductivo, reduciendo las tasas de fertilidad y aumentando los intervalos entre los partos. Por otra parte, este exceso de peso puede sobrecargar las articulaciones y las extremidades de las vacas, lo que las expone a lesiones musculoesqueléticas y cojeras.
Más allá de todos los problemas de salud, la obesidad también puede afectar a la productividad global de las vacas lecheras. Si las vacas tienen sobrepeso, la ingesta de alimentos y el uso de nutrientes pueden verse afectados, lo que se traduce en una producción subóptima de leche y en una peor calidad de esta. Además, algunos problemas de salud asociados a la obesidad pueden exigir el sacrificio prematuro de los animales afectados, lo que repercute todavía más en la productividad y la rentabilidad del rebaño. Por lo tanto, es fundamental hacer frente al problema de las vacas con sobrepeso para poder proteger la salud del rebaño, maximizar la producción de leche y garantizar la sostenibilidad a largo plazo de las granjas lecheras.
Cómo hacer frente a este problema
Para combatir el problema del sobrepeso es necesario emplear un enfoque polifacético en el que se tengan en cuenta la nutrición, la gestión y la genética. Uno de los principales retos es implementar programas de alimentación equilibrados y adaptados a las necesidades nutricionales específicas de cada vaca. Para ello es necesario elaborar dietas que aporten la energía suficiente para producir leche sin fomentar un aumento excesivo de peso. Si se optimiza la composición de las raciones y se vigila de cerca la ingesta, los ganaderos pueden evitar que las vacas ganen peso y, al mismo tiempo, garantizar una producción óptima de leche.
Las prácticas de gestión también desempeñan un papel decisivo en la prevención de la obesidad en los rebaños lecheros. Para mantener un peso corporal saludable y prevenir los trastornos metabólicos es esencial ofrecer a las vacas suficientes oportunidades para que ejerciten. El acceso a los pastos o a las zonas destinadas al ejercicio, siempre que sea posible, permite que las vacas adopten conductas naturales relacionadas con el pastoreo y realicen actividad física, lo que puede ayudarlas a mantener una condición corporal saludable. Es más, implementar prácticas de gestión eficaces que reduzcan al mínimo el estrés y optimicen la salud del rebaño puede contribuir a la eficiencia general metabólica y a reducir el riesgo de obesidad.
Otra forma de combatir el sobrepeso es la selección genética. Mediante programas de cría centrados en la selección de vacas con rasgos asociados a la eficiencia metabólica y una puntuación de la condición corporal óptima se puede mitigar el riesgo de sufrir problemas de salud relacionados con la obesidad. Si se priorizan rasgos como el uso eficiente del alimento y una dimensión corporal moderada, los ganaderos pueden conseguir que las vacas se adapten mejor a los sistemas de producción modernos y que sean menos propensas a ganar peso.
Caso real de una vaca procedente de una lechería comercial
La vaca 1028, de 3,5 años y que está pasando por su segunda lactancia, se encuentra actualmente en una fase crítica de crecimiento, mientras satisface simultáneamente las demandas de producción de leche. Tras 52 días de lactación, ha alcanzado su máximo rendimiento, con una producción de 40 litros de leche. El perfil ligeramente aplanado de la curva de lactación indica que aún está en fase de crecimiento, ya que este patrón es típico de las vacas que aún no han alcanzado su plena madurez. Sin embargo, su puntuación de la condición corporal (CC) es preocupante, ya que se sitúa en un 4,6, es decir, aproximadamente 1,5 puntos por encima de la condición óptima para esta fase de lactación (3,0). Sin embargo, en el día 46 se registró un descenso significativo de la producción de leche, descendiendo a los 15 litros. Aunque en una semana recuperó rápidamente los niveles anteriores, es posible que esta disminución se debiera a la existencia de un ciclo de celo que no se detectó y que alteró su actividad y su comportamiento alimentario.
Es menos probable que las vacas como la 1028, que utilizan eficazmente el alimento sin movilizar la grasa, sufran cetosis, ya que mantienen un equilibrio entre la ingesta y su gasto energético, logrando evitar los desequilibrios metabólicos que favorecen la aparición de esta enfermedad. Este es un factor muy importante durante el inicio de la lactación, ya que, al producir leche, las vacas experimentan un incremento de la demanda energética y, al mismo tiempo, les resulta difícil satisfacerla únicamente con la ingesta de alimentos.
Una vaca que utiliza eficazmente el alimento sin recurrir a la movilización de grasa está mejor preparada para mantener una estabilidad metabólica y evitar las consecuencias negativas asociadas a la cetosis. Esto no sólo mejora la salud y el bienestar de cada vaca, sino que también contribuye a la productividad y rentabilidad general del rebaño.
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