El estrés por calor se produce cuando el animal es incapaz de disipar suficiente calor para mantener su temperatura (T) corporal por debajo de 38.5 °C. Este aumento en la T corporal puede proceder del ambiente cuando las T ambientales son elevadas o puede ser producido internamente durante los procesos de fermentación ruminal y metabolismo de nutrientes.
Además, el estrés por calor provoca un aumento del ritmo respiratorio (jadeo) para aumentar la eliminación de calor. Este aumento en la actividad física es el responsable de que los animales en ambientes calurosos produzcan más calor que en ambientes fríos.
La producción de calor interno aumenta al incrementar la producción de leche y el consumo de alimentos, por lo que vacas más productoras son más sensibles al estrés térmico que las vacas menos productoras. Un estudio llevado a cabo en Israel (Berman, 2005) demostró que la T a la que las vacas comienzan a sufrir los efectos del estrés por calor era 5 °C mas baja al aumentar la producción de leche de 35 a 45 kg/día. Además, reportaron que la velocidad del aire incrementa esa temperatura umbral máxima, indicando que las vacas que están alojadas en instalaciones que disponen de ventilación forzada pueden tolerar mayores T ambientales.
Una medida fisiológica que adoptan los animales para reducir la producción de calor es disminuir el consumo, así menos calor debe ser disipado. El estrés por calor estimula el centro de la saciedad localizado en el hipotálamo provocando una reducción en el consumo y por consiguiente un descenso en la producción.
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