Álvaro García
El maíz en grano suele representar entre el 30% y el 35% de la materia seca de la ración total mezclada (TMR) en las dietas de las vacas lecheras del centro de Estados Unidos. Por ello, las variaciones en los precios del maíz tienen un impacto considerable en el coste total de la alimentación. En los últimos años, el precio del maíz ha sido inestable a causa de los fenómenos meteorológicos, la demanda mundial y la producción de etanol, entre otros. Durante mucho tiempo, el maíz ha sido la fuente de energía principal de las dietas de las vacas lecheras, apreciado por su elevado contenido de almidón y su capacidad para sustentar las fórmulas de alta densidad energética que requieren las vacas de alta producción de hoy en día. Al momento de redactar este artículo, el precio promedio del maíz en EE. UU. es de aproximadamente 170 euros por tonelada, lo que sigue afectando significativamente los presupuestos de alimentación animal, especialmente cuando se combina con el aumento de los precios de la soja y el heno de alfalfa. Como resultado, los ganaderos lecheros se ven obligados a ajustar continuamente las raciones para equilibrar las necesidades energéticas de las vacas con las restricciones económicas.
La relación precio leche/alimento
La relación entre el precio de la leche y el del alimento permite a los ganaderos determinar cuánto alimento pueden permitirse adquirir para producir 0,45 kg de leche. Cuando la relación es igual o superior a 3,0, es recomendable invertir en alimentos de mejor calidad para incrementar la producción. Cuando es inferior a 3,0, la rentabilidad comienza a disminuir debido a los altos costes de alimentación, lo que obliga a los ganaderos a buscar formas de reducir gastos.
El planteamiento es sencillo:
- El aumento de los precios de la leche ayuda a justificar una mejor alimentación (y, a veces, más cara).
- El descenso de los precios de la leche o el aumento de los costes de los alimentos obligan a los ganaderos a ajustar las raciones.
Para estimar el coste del alimento necesario para producir leche, el USDA utiliza una fórmula estándar basada en una combinación de maíz, soja y heno de alfalfa que proporcionaría aproximadamente un 16% de proteína bruta (PB), que es la concentración típica de las dietas de las vacas lecheras lactantes. La fórmula utiliza cantidades fijas de cada ingrediente, asignadas según su función como fuente de energía, proteína y fibra en la dieta.
(Precio por bushel del maíz / 25) x 22 + (Precio por bushel de la soja /27) x 4 + (Precio por tonelada de heno de alfalfa / 1000) x 19
En dónde:
- 25 kilos = un bushel de maíz
- 27 kilos = un bushel de soja
- 1000 kilos = una tonelada de heno de alfalfa
- Las cifras 22, 4 y 19 representan los kilogramos de maíz, soja y heno de alfalfa, respectivamente, que se emplean para preparar una mezcla «estándar» de 45 kilos de alimento. Esta mezcla proporciona aproximadamente un 16% de proteína bruta (PB).
Según datos de EE. UU. de 2025, los precios aproximados son:
- Maíz: 4,26 €/bushel (~170 €/tonelada)
- Soja: 9,54 €/bushel (~353 €/tonelada)
- Heno de alfalfa: 240 €/tonelada
- Leche: 0,46 €/kg
Con estos precios, la relación entre el precio de la leche y el coste de la alimentación es de aproximadamente 2,07. Esto significa que, aunque los precios de la leche han aumentado, los costes de alimentación siguen siendo una gran problema para los ganaderos.
Cálculo de la relación precio leche/alimento en España (2025)
Para calcularla, se utiliza la siguiente fórmula:
Relación precio leche/alimento = precio de la leche (€/litro) ÷ precio del alimento (€/kg)
Precios actuales en España:
- Precio medio de la leche: 0,495 €/litro
- Precio medio del alimento: 0,20 €/kg
0,495 €/litro ÷ 0,20 €/kg = 2,5
En EE. UU., si la relación es de 3.0 o superior se considera favorable para invertir en alimento de mayor calidad, ya que indica que el precio de la leche es suficientemente alto en comparación con el coste del alimento. En cambio, en España, donde esta relación suele rondar los 2,5, la rentabilidad es más limitada. Esto sugiere que los ganaderos deben evaluar cuidadosamente si invertir en una alimentación más cara generaría un incremento en la producción de leche que compense el gasto adicional.
Emisiones de metano
Cuando los precios del grano aumentan, es lógico que los ganaderos y nutricionistas busquen alternativas para alimentar a los animales con una mayor proporción de forraje y menos maíz. Aunque esta estrategia puede reducir costos, también implica una disminución en la densidad energética de la ración. Como consecuencia, las vacas necesitan consumir más alimento sólo para satisfacer sus necesidades de mantenimiento y producción de leche.
He aquí un ejemplo sencillo:
- Una vaca que consume 20,4 kg de materia seca de una ración total mezclada (TMR) equilibrada, que aporta 1,70 megacalorías (Mcal) de energía neta de lactación (ENL) por kilogramo, consume aproximadamente 35 Mcal de ENL al día.
- Si el valor energético de la ración baja a 1,52 Mcal/kg, la vaca tendría que consumir 22,7 kg de materia seca para obtener las mismas 35 Mcal de energía neta de lactación.
Ese consumo adicional puede tener efectos no deseados: cuanto más come una vaca, más metano produce. Ellis et al. (2007) desarrollaron una fórmula para predecir la relación entre el consumo de materia seca y la producción de metano, expresada de la siguiente manera:
Producción de metano (MJ/día) = a + b × consumo de materia seca (kg/día)
Donde 𝑎 y 𝑏 son constantes específicas que dependen de las características del forraje y las condiciones de alimentación. Por lo tanto, aunque una vaca mantenga su nivel de producción de leche, un aumento en el consumo de forraje puede implicar un incremento en las emisiones de metano.
En la actualidad, los ganaderos disponen de herramientas suplementarias para abordar el problema de las emisiones de metano que van más allá de ajustar las raciones alimenticias. Aditivos como el 3-nitrooxypropanol (3-NOP) pueden inhibir directamente la producción de metano en el rumen, logrando reducciones de hasta un 40% sin afectar a la producción de leche. Asimismo, otras alternativas, como la administración de pequeñas cantidades de algas del género Asparagopsis, han demostrado en ensayos experimentales una capacidad aún mayor para reducir la producción de metano. Aunque estas técnicas no están implementadas de manera generalizada, sus perspectivas futuras resultan prometedoras.
Por otro lado, hay estudios que demuestran que mejorar la eficiencia alimentaria sigue siendo una de las formas más eficaces de reducir las emisiones de metano por litro de leche. Una vaca lechera estadounidense produce de media unos 0,73 MJ de metano por kilo de leche (García y Linn, 2008); aumentar la energía que una vaca obtiene por cada bocado de alimento puede ayudar a reducir aún más esa cifra.
La eficiencia alimentaria y la calidad del forraje
La eficiencia, entendida como la cantidad de leche que una vaca produce por cada kilogramo de alimento que consume, se ha convertido en una medida clave de sostenibilidad a nivel mundial. Actualmente, la huella ambiental no solo se evalúa por la cantidad total de metano que emite una vaca, sino también por la cantidad de metano emitido por cada litro de leche producido, es decir, la intensidad de las emisiones. Las vacas más productivas, aunque consumen más alimento y generan más metano diariamente, tienen una «intensidad de emisión» más baja.
«No se trata sólo de reducir las emisiones de cada vaca, sino de hacer que cada una sea más eficiente, de modo que se necesiten menos vacas para producir la misma cantidad de leche.»
Cuando se busca mejorar la eficiencia, la calidad del forraje desempeña un papel fundamental. Si las vacas obtienen toda la energía necesaria del forraje, no es imprescindible que consuman grandes cantidades de grano suplementario. Cuanto más buena sea la calidad del forraje, mejor será la conversión del alimento, mayor la producción de leche y menores las emisiones de metano por litro de leche producido.
La digestibilidad del ensilado de maíz, que sigue siendo una de las principales fuentes de forraje en la mayoría de las dietas para ganado lechero, es uno de los factores más determinantes de su calidad. Según el análisis realizado a aproximadamente 30.000 muestras de ensilado de maíz (Tabla 1), la calidad del forraje puede variar considerablemente, especialmente en términos de digestibilidad de la materia seca y contenido de almidón. Comprender estas variaciones es crucial, ya que una digestibilidad más alta mejora la eficiencia alimentaria y disminuye las emisiones de metano por unidad de leche producida.
Tabla 1. Rango de la calidad del ensilado de maíz (en base a ~30.000 muestras) |
||
Calidad |
Digestibilidad de la materia seca (%) |
Contenido de almidón (%) |
Pobre |
< 58% |
< 28% |
Media |
58–63% |
28–34% |
Buena |
63–68% |
34–38% |
Excelente |
> 68% |
> 38% |
Fuente: Jones et al., 2011. |
El uso de híbridos de ensilado de maíz de nervadura marrón (BMR, por sus siglas en inglés) representa un importante avance en las técnicas modernas de manejo forrajero. Estas variedades contienen menos lignina, lo que mejora la digestibilidad de la fibra. El ensilado de maíz BMR permite a las vacas consumir más forraje, obtener mayor energía de él y producir leche de manera más eficiente, al mismo tiempo que ayuda a reducir las emisiones de metano entérico. Para las granjas que buscan aumentar la sostenibilidad sin comprometer la producción de leche, los híbridos BMR son una opción excelente.
Para los productores de leche, el coste de la alimentación y la sostenibilidad ambiental están estrechamente vinculados. Por esta razón, es fundamental gestionar la eficiencia alimentaria optimizando la digestibilidad del forraje, disminuyendo la dependencia de granos costosos y formulando dietas con un alto contenido energético. Este enfoque no solo mejora la rentabilidad, sino que también contribuye a reducir las emisiones de metano por litro de leche producido.
Las nuevas técnicas, como los híbridos de maíz BMR y el 3-NOP, brindan a los ganaderos más oportunidades que nunca para cumplir con sus metas económicas y medioambientales. A medida que la industria láctea mundial avanza hacia el objetivo de alcanzar carbono neto cero para 2050, será esencial optimizar la gestión de los alimentos, mejorar la calidad del forraje y reducir las emisiones de metano entérico.
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