Entre todos los alimentos que se proporcionan al ganado, el grano de maíz es el estándar de oro para cubrir los requerimientos de energía. Este alimento es denso en contenido energético, seguido solamente por acetes, grasas u otros ingredientes ricos en lípidos.
Tradicionalmente, el maíz ha sido evaluado y vendido por tonelada o, en ciertos países por “bushel”. Eso es así, porque durante mucho tiempo ha sido un alimento con concentración homogénea de nutrientes, conteniendo aproximadamente entre 9 y 10% de proteína, 60% de almidón y 3% de grasa en base a materia seca (MS). Algunos híbridos de maíz moderno difieren significativamente, y contienen 8% de proteína, un 70% de almidón y casi 4% de grasa.
Sin embargo, no solo es la concentración del almidón lo que importa. El valor verdadero se encuentra realmente cuando se miden los niveles de almidón digerido por la vaca.
Las prolaminas son las proteínas asociadas con el almidón, tanto en el maíz como en otros granos de cereales, que protegen los gránulos de almidón de la degradación enzimática. La prolamina en el maíz (zeína) comprende entre el 50 y 60% de toda la proteína en el grano y se entrecruza, encapsulando al almidón en glóbulos impermeables.
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