Álvaro García
La cojera es un problema importante que afecta al bienestar y la productividad de las vacas lecheras de todo el mundo. Es la segunda enfermedad, después de la mastitis, que más afecta a la producción de leche, al rendimiento reproductivo y a la rentabilidad global de las explotaciones lecheras. Thomsen (2022) hace hincapié en su gravedad, mencionando que los trastornos de la locomoción relacionados con la cojera son el principal motivo de eutanasia en las granjas de vacas lecheras danesas, representando aproximadamente el 40% de los casos. Tanto los ganaderos como los veterinarios reconocen que las lesiones en las pezuñas que causan cojera son muy dolorosas. Sin embargo, sigue siendo difícil cuantificar su impacto en el bienestar, ya que requiere comprender la percepción interna del dolor por parte del animal, lo cual plantea dificultades inherentes. Normalmente, se evalúan las consecuencias de la cojera en el bienestar en función de su influencia en el comportamiento habitual, los estados de ánimo o la capacidad de actuar con normalidad. El dolor y la incomodidad asociados a la cojera comprometen la movilidad, lo que provoca una disminución del consumo de alimento, de la producción de leche y del rendimiento reproductivo. Además, la cojera aumenta el riesgo de sufrir problemas de salud secundarios, como la mastitis y trastornos metabólicos, lo que afecta aún más a la salud de las vacas y a la rentabilidad de las explotaciones. Más allá de las pérdidas económicas, la cojera afecta a la comodidad y la calidad de vida de las vacas, por lo que es urgente intervenir de forma proactiva.
Las causas de la cojera
Existen multitud de factores que pueden provocar una cojera en las vacas lecheras, tanto de origen infeccioso como no infeccioso. Entre las enfermedades infecciosas se incluyen la dermatitis digital, las úlceras de la planta de la suela y la podredumbre del pezuña, que suelen estar relacionadas con infecciones bacterianas y que pueden ser consecuencia de una higiene deficiente o de las condiciones ambientales. Estas afecciones provocan inflamación y daño tisular en la pezuña, lo que afecta a la movilidad y causa cojera. Entre las causas no infecciosas se encuentran un recorte inadecuado de las pezuñas, una pavimentación inadecuada y deficiencias o desequilibrios nutricionales, que también contribuyen en gran medida a la cojera. Por ejemplo, un recorte de pezuñas deficiente puede dar lugar a una distribución desigual del peso y de los puntos de presión, mientras que una pavimentación inadecuada puede causar traumatismos y abrasiones en la pezuña, lo que puede predisponer a las vacas a la cojera. Además, las enfermedades metabólicas como la laminitis, que a menudo se desencadenan por cambios repentinos en la dieta o por factores de estrés metabólico, pueden aumentar aún más el riesgo de que las vacas sufran una cojera.
Síntomas y detección
Los síntomas como cojear, dar preferencia a una extremidad, reticencia a cargar peso en una pata en concreto o cambios en la postura y la velocidad de la marcha, son indicios claros por los que se puede detectar la cojera. Para evaluar esta enfermedad de forma sistemática, los ganaderos suelen utilizar sistemas de puntuación de la locomoción, que asignan valores numéricos en función de la gravedad de las anomalías de la marcha. Por ejemplo, el sistema de puntuación de 5 puntos, que se utiliza de forma generalizada, clasifica a las vacas de 0 (sanas) a 4 (cojera grave), con puntuaciones intermedias que indican distintos grados de cojera. Unas rutinas periódicas de puntuación de la locomoción, que normalmente se llevan a cabo durante el ordeño o la salida a los pastos, permiten a los ganaderos identificar rápidamente a las vacas afectadas e intervenir en consecuencia.
Además de las evaluaciones visuales, para detectar la cojera es fundamental realizar inspecciones rutinarias de las pezuñas. En ellas, los ganaderos las inspeccionan en busca de lesiones, hinchazones o patrones de desgaste anormales, lo que podría indicar problemas de salud subyacentes que contribuyen a la cojera. La incorporación de herramientas tecnológicas como las plataformas de pesaje y los acelerómetros mejoran la capacidad de detectar esta enfermedad. Las plataformas de pesaje registran la distribución del peso y la presión ejercida por cada pezuña durante el movimiento, proporcionando datos objetivos para evaluar la simetría de la marcha y detectar anomalías. Los acelerómetros, que se colocan en los collares o las cintas de las patas de las vacas, controlan los patrones de movimiento e identifican las desviaciones al comparar los datos con lo de una locomoción normal, avisando a los ganaderos en caso de que las vacas estén en riesgo de sufrir una cojera. Al combinar las observaciones visuales con los datos objetivos que aportan las herramientas tecnológicas, los ganaderos pueden poner en marcha estrategias de gestión proactivas para mitigar las cojeras y salvaguardar el bienestar y la productividad de sus rebaños lecheros.
Medidas de prevención
Para prevenir la cojera es necesario adoptar una estrategia integral que tenga en cuenta varios aspectos de la gestión de la explotación y de las condiciones ambientales. Uno de los principales aspectos de este enfoque consiste en optimizar el entorno físico del establo. Esto significa que hay que crear estructuras de estabulación bien diseñadas, con espacios amplios y zonas de descanso confortables, así como utilizar pavimentos adecuados que ofrezcan tracción y reduzcan al mínimo el riesgo de lesiones. Además de mantener un entorno adecuado, es fundamental adoptar prácticas proactivas de cuidado de las pezuñas para prevenir las cojeras.
Otro aspecto clave en la prevención de las cojeras es la gestión nutricional. Es fundamental garantizar que las vacas reciban una dieta equilibrada rica en nutrientes esenciales, entre ellos minerales y fibra, para preservar la salud general y la integridad de las pezuñas. Una suplementación mineral adecuada, sobre todo con elementos como el zinc y el cobre, puede favorecer el crecimiento y la resistencia de las pezuñas, reduciendo la probabilidad de que aparezcan dolencias relacionadas con ellas. Asimismo, una dieta rica en fibra ayuda a cuidar la salud digestiva y la función metabólica, lo que contribuye indirectamente a la salud de los cascos y a la prevención de las cojeras.
Tratamiento y rehabilitación
Es crucial detectar e intervenir a tiempo, ya que así se puede tratar la enfermedad en el momento oportuno y minimizar el riesgo de complicaciones. Cuando una vaca muestra signos de cojera, es necesario actuar con rapidez para aliviar las molestias e iniciar un proceso de sanación. Recortar la pezuña afectada ayuda a aliviar la presión y las molestias, y el tratamiento de las lesiones tiene como objetivo abordar cualquier problema subyacente, como infecciones o heridas. También se pueden aplicar protocolos de control del dolor para garantizar la comodidad de la vaca durante el proceso de tratamiento. En los casos más graves, puede ser necesario realizar intervenciones terapéuticas adicionales para garantizar un apoyo óptimo y facilitar la curación. Pueden utilizarse tacos para cascos, vendas o técnicas de herraje correctivo para redistribuir el peso y aliviar la presión sobre la zona afectada. Estas intervenciones ayudan a promover la alineación correcta de la pezuña y a reducir la presión, favoreciendo así una mejor sanación.
Es esencial contar con programas de rehabilitación adaptados a las necesidades individuales de la vaca para facilitar la recuperación y prevenir recaídas. En estos programas se combina el reposo, el ejercicio controlado y los cuidados complementarios. Con el reposo, la pezuña afectada puede curarse sin una carga excesiva, y con el ejercicio controlado se mantiene el tono muscular y la flexibilidad de las articulaciones. Los cuidados complementarios, tales como la provisión de lugares de descanso cómodos y el acceso a agua limpia y alimentos equilibrados nutricionalmente, también son cruciales para mantener la salud y el bienestar generales de la vaca durante el proceso de recuperación. Para obtener resultados positivos y garantizar la salud y la productividad del rebaño a largo plazo, es fundamental intervenir a tiempo, junto con unos cuidados minuciosos y unas prácticas de gestión adecuadas.
Caso práctico: vaca 1172
La vaca 1172, nacida en junio de 2020, está actualmente en su segunda lactancia. Al principio, mantuvo una curva de lactación satisfactoria, alcanzando o superando los niveles de producción previstos. Sin embargo, en el día 99 de lactación, su producción de leche disminuyó repentinamente, descendiendo a 29 litros en una semana. Aunque se recuperó por un breve periodo de tiempo, su producción disminuyó aún más unos días después. Conforme las vacas van padeciendo más de cojera, se vuelven más sensibles al dolor, como describen Todich et al. (2013) y otros investigadores. Esto quiere decir que cualquier presión o roce, por pequeño que sea, puede causarles molestias, agravando el problema, que es probablemente lo que está ocurriendo con esta vaca. Al revisar la evolución de su puntuación de condición corporal (CC), podemos observar un rápido descenso a los 89 días en leche, seguido de otro descenso a los 97, exactamente dos días antes de su repentina disminución de la producción de leche. Es frecuente que primero se vea afectada la producción de leche y luego descienda la CC, pero en este caso, el descenso de la CC parece preceder en un par de semanas al descenso de la producción de leche. En el informe individual de esta vaca se observa un descenso en su puntuación de locomoción de – 1,6 puntos en una escala de 1 a 5, lo que es suficientemente significativo como para explicar los repentinos descensos tanto de la CC como de la producción de leche.
Consecuencias
La cojera sigue siendo un reto importante en el sector lácteo, que afecta tanto al bienestar de los animales como a la rentabilidad de las explotaciones. Sus efectos perjudiciales sobre la producción de leche, el rendimiento reproductivo y la salud general de las vacas subrayan la necesidad urgente de adoptar estrategias proactivas de gestión e intervención.
Con herramientas como los sistemas de puntuación de la locomoción y recursos tecnológicos como las cámaras 3D, los ganaderos pueden mejorar su capacidad para detectar cojeras e intervenir a tiempo. Este enfoque proactivo facilita un tratamiento y una rehabilitación tempranos, mejorando en última instancia los resultados en las vacas afectadas y reduciendo el impacto económico y el impacto de la cojera en el bienestar general de la explotación.
Para reducir la incidencia de la cojera son cruciales las medidas preventivas, entre las que se incluyen la optimización de las condiciones de alojamiento, el cuidado adecuado de las pezuñas y la garantía de una nutrición y bioseguridad adecuadas. Además, unos protocolos de tratamiento y rehabilitación eficaces son fundamentales para facilitar la recuperación, prevenir las recaídas y promover el bienestar y la productividad de las vacas lecheras.
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