Cómo gestionar la salud de las vacas lecheras mediante la evaluación de la condición corporal | Dellait

Álvaro García

El peso corporal de las vacas lecheras varía mucho cada día debido a factores como el consumo de alimento, los niveles de hidratación y la excreción de residuos. Como consecuencia de estas fluctuaciones, las mediciones directas del peso pueden resultar poco fiables para evaluar el estado nutricional de una vaca. En consecuencia, la evaluación de la condición corporal (CC) se ha convertido en un método idóneo para evaluar las reservas energéticas. Esta técnica consiste en evaluar visual y manualmente la cobertura de grasa en puntos anatómicos específicos, lo que proporciona información sobre la salud nutricional de la vaca a largo plazo.

En 2021, las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos (NASEM) publicaron la octava edición revisada de la obra Nutrient Requirements of Dairy Cattle, actualizando sus directrices para reflejar los avances en la ciencia de la nutrición láctea. Esta edición pone especial énfasis en la importancia de monitorear y gestionar la condición corporal para optimizar la salud y la productividad. Esta actualización de las recomendaciones establece los requerimientos nutricionales al detalle, adaptados a las distintas etapas de la lactancia y a los niveles de producción, destacando el papel clave de una nutrición adecuada para mantener una condición corporal óptima.

A veces, los elevados costes de los alimentos pueden llevar a tomar decisiones que comprometen la calidad nutricional de las dietas suministradas a las vacas en las distintas fases fisiológicas. Aunque es habitual priorizar alimentos de alta calidad para las vacas en lactancia con el fin de maximizar la producción de leche, es importante no descuidar las necesidades nutricionales de las vacas secas. El suministro de forrajes de baja calidad a las vacas secas, especialmente durante la fase inicial del periodo seco, puede afectar negativamente a su regreso a la actividad reproductiva tras el parto y aumentar la incidencia de trastornos metabólicos. La evaluación regular de la de la condición corporal permite valorar el estado nutricional de los distintos grupos del rebaño, lo que facilita asignar los alimentos de una forma estratégica que favorezca la salud general, la fertilidad y la rentabilidad económica.

La condición corporal y la recuperación reproductiva posparto

Durante la fase inicial de la lactancia, la demanda de energía necesaria para la producción de leche suele superar la capacidad de la vaca para consumir nutrientes suficientes, sobre todo durante las primeras cuatro o seis semanas tras el parto. Este desajuste provoca un estado de balance energético negativo, en el cual la vaca moviliza reservas de grasa y tejido muscular para sostener la síntesis de leche. El grado de disminución de condición corporal en los primeros 60 días posparto refleja la capacidad genética de la vaca para producir, su estado nutricional previo al parto y la adecuación de la dieta de transición.

Según la edición del 2021 de Nutrient Requirements of Dairy Cattle (NASEM), lograr una transición oportuna del balance energético negativo al positivo, generalmente entre las 6 y 8 semanas posteriores al parto, es fundamental para restablecer la función metabólica e iniciar el ciclo reproductivo. Las vacas que permanecen en un estado catabólico prolongado tienen mayor probabilidad de experimentar un retraso en la ovulación, un desarrollo folicular subóptimo y tasas de concepción reducidas. En cambio, aquellas que mantienen una CC moderada alrededor del parto, entre 3,0 y 3,5 en una escala de 5 puntos, tienden a reanudar antes la actividad del celo, lo que contribuye a intervalos entre partos más cortos y a una mayor eficiencia reproductiva.

Estudios longitudinales han demostrado que la CC en el parto se asocia positivamente con el porcentaje acumulado de vacas que reanudan el celo dentro de los primeros 80 días posparto. Las vacas con una baja condición corporal tienen mayor probabilidad de presentar ciclos anovulatorios y respuestas hormonales reproductivas más débiles. Además, se ha demostrado que las vacas con una CC insuficiente después del parto producen menos ovocitos morfológicamente normales, mientras que aquellas dentro del rango moderado de CC presentan un mayor número de folículos y ovocitos de mejor calidad. Un estudio de Roche et al. (2009) mostró que las vacas con una CC moderada en el momento del parto reanudaron antes la ciclicidad ovárica y presentaron una mejor salud folicular en comparación con vacas con una CC baja o alta. Estos hallazgos coinciden con los principios actuales de fisiología reproductiva, y refuerzan la importancia de mantener reservas energéticas equilibradas para favorecer la función ovulatoria y optimizar las tasas de concepción en el primer servicio.

La capacidad de reanudar la actividad ovárica precozmente tiene implicaciones prácticas para la gestión reproductiva. Permite a los productores acortar el periodo voluntario de espera, optimizar las tasas de concepción en el primer parto y evitar la prolongación de los días vacía, factores que inciden directamente en la rentabilidad de la explotación.

A los 60 días en leche, lo ideal es que las vacas alcancen una puntuación de la condición corporal de entre 2,75 y 3,00. Este rango refleja la recuperación tras el pico de balance energético negativo y favorece la reanudación de la actividad reproductiva normal. Las vacas que no logran recuperar una condición corporal adecuada en este periodo pueden enfrentar retrasos reproductivos continuos o desafíos metabólicos, lo que hace fundamental una intervención nutricional temprana.

La condición corporal y sus implicaciones en la salud

Es fundamental mantener a las vacas dentro del rango óptimo de condición corporal para favorecer la salud, el éxito reproductivo y el rendimiento general. Tanto una CC baja como una excesivamente alta se asocian con un mayor riesgo de trastornos metabólicos e inmunológicos, especialmente durante el periodo de transición, es decir, las tres semanas anteriores y posteriores al parto, cuando las exigencias fisiológicas alcanzan su punto máximo.

Las vacas que inician este periodo con una puntuación de la condición corporal superior a 3,75 tienen mayor probabilidad de experimentar una movilización excesiva de grasa debido a la reducción en el consumo de materia seca cerca del momento del parto. El consiguiente aumento de ácidos grasos no esterificados (NEFA) en circulación puede superar la capacidad metabólica del hígado, lo que lleva a la acumulación de triglicéridos, una condición conocida como hígado graso. Esta alteración compromete la función hepática y se ha asociado con mayores tasas de cetosis clínica, desplazamiento de abomaso, mastitis y metritis, todas ellas con un impacto negativo tanto en el bienestar de la vaca como en su rendimiento económico.

Por otro lado, las vacas con una puntuación de la condición corporal inferior a 3,25 en el momento del secado pueden carecer de reservas energéticas suficientes para afrontar las exigencias de la de la fase inicial de la lactación. Estos animales corren un mayor riesgo de mantener un balance energético negativo prolongado, retrasar el retorno al celo y ver comprometida su función inmunitaria. No obstante, las vacas en esta categoría pueden beneficiarse de dietas preparto con mayor densidad energética, siempre que se mantengan en un estado de balance energético positivo que minimice el riesgo de acumulación de grasa hepática (NASEM, 2021).

Es importante destacar que la restricción alimentaria no es un método efectivo ni seguro para reducir la puntuación de la condición corporal en vacas sobrealimentadas, ya que favorece una mayor movilización de grasa y agrava el riesgo de desarrollar hígado graso. Diversos estudios han demostrado que hasta el 50% de las vacas en explotaciones comerciales presentan algún grado de infiltración grasa en el hígado durante el principio de la lactancia (Bobe et al., 2004). Estos desequilibrios metabólicos suponen un coste considerable. Aunque estimaciones anteriores situaban las pérdidas anuales por cetosis clínica en Estados Unidos en torno a los 55 millones de euros (Kelton et al., 1998), evaluaciones más recientes apuntan a un impacto económico aún mayor a nivel mundial. Un informe de 2024 identificó la cetosis clínica como responsable de pérdidas anuales de aproximadamente 200 millones de euros a escala global, teniendo en cuenta los costes de tratamiento, la disminución en la producción de leche, los problemas de fertilidad y el aumento en la incidencia de otras enfermedades. El coste económico por caso varía mucho; según una revisión sistemática, oscila entre 19 y 812 euros, dependiendo del sistema de producción, los protocolos de tratamiento y la gravedad del cuadro clínico. En Estados Unidos, estimaciones más actuales sitúan el coste promedio por caso en unos 100 euros, siendo ligeramente superior en vacas en su primera lactación (120 euros) en comparación con vacas de mayor edad (100 euros). Estas cifras actualizadas refuerzan la necesidad crítica de implementar estrategias proactivas de manejo de la CC y una nutrición adecuada, con el fin de reducir la incidencia de trastornos metabólicos como la cetosis y proteger tanto la salud de las vacas como la rentabilidad de las explotaciones.

Más allá de los trastornos metabólicos, una gestión inadecuada de la CC puede derivar en una cojera, problemas de salud en la ubre y una vida productiva más corta. Mantener una CC entre 3,25 y 3,5 tanto en el secado como en el parto permite a los productores reducir los problemas durante el período de transición, mejorar la producción de leche y favorecer la eficiencia reproductiva a lo largo de todo el ciclo de lactación.

Un modelo sencillo basado en promedios del rebaño muestra que mantener a las vacas con una puntuación de la condición corporal óptima durante el período de transición puede evitar pérdidas de entre 90 y 140 euros por vaca al año. En un rebaño de 500 vacas, esto equivale a un ahorro potencial de entre 46.500 y 70.000 euros anuales, gracias a la reducción de trastornos metabólicos, la mejora en la reproducción y una menor tasa de sacrificio. La inversión inicial en herramientas automatizadas para la evaluación de la CC suele amortizarse en un plazo de 12 a 18 meses, gracias a la mejora en el rendimiento del rebaño.

Recomendaciones alimentarias para mantener una condición corporal óptima

Dado que los costes de alimentación representan una parte importante de los gastos en la producción lechera, maximizar la eficiencia alimentaria es una prioridad clave. Sin embargo, es importante reconocer que los valores elevados de eficiencia observados durante el inicio de la lactancia pueden ser engañosos. Estas aparentes mejoras no suelen deberse a un mejor aprovechamiento de la dieta, sino a que la vaca recurre a la movilización de grasa corporal para satisfacer las altas demandas energéticas asociadas al pico de producción de leche.

Durante las primeras semanas posparto, el consumo de materia seca (CMS) es inferior que la producción de energía, por lo que se utilizan las reservas corporales para llenar el vacío. Esto se traduce en unos valores de eficiencia alimentaria temporalmente inflados, a menudo en torno a 1 litro de leche por kilo de CMS. A medida que el consumo comienza a aumentar, entre la sexta y la octava semana, la eficiencia alimentaria disminuye de forma natural y las vacas comienzan a recuperar su condición corporal. A partir de este punto, si la gestión de la alimentación no tiene en cuenta el balance energético y la mejora de la CC, las vacas pueden tener problemas de salud o no alcanzar los objetivos reproductivos.

Mantener una CC ideal a lo largo de la lactancia, y especialmente hacia el final de esta, es fundamental para asegurar una transición exitosa. Lo ideal es que las vacas finalicen la lactancia con una CC de entre 3,25 y 3,5, de modo que entren al período seco sin necesidad de ganar peso de forma brusca. Para lograr este objetivo, las vacas deberían recuperar gradualmente su condición corporal durante la mitad de la lactancia, apuntando a una CC de entre 3,00 y 3,25 aproximadamente 100 días antes del periodo de seco. Esta estrategia proactiva evita la necesidad de una deposición rápida de grasa en la fase final de la lactancia, lo cual puede llevar al sobre acondicionamiento y aumentar el riesgo de trastornos metabólicos durante la transición. Ganar condición corporal durante el período seco, especialmente en las semanas previas al parto, puede predisponer a las vacas al desarrollo de hígado graso y otras alteraciones metabólicas. Por otro lado, las vacas que llegan al periodo seco con una condición corporal baja tienden a movilizar en exceso sus reservas de grasa tras el parto, lo que incrementa el riesgo de cetosis.

La consistencia del CMS es otro aspecto crucial de la gestión de la CC. Diversos estudios han demostrado que incluso un pequeño incremento (1%) en la variabilidad del consumo de materia seca puede aumentar la probabilidad de trastornos durante la transición hasta en un 4% (McGuffey et al., 1997). Por ello, las estrategias de alimentación deben enfocarse no solo en lograr un equilibrio adecuado de nutrientes, sino también en mantener patrones de consumo estables y predecibles.

La dinámica social también influye en la evaluación de la condición corporal, sobre todo cuando se agrupan vacas primíparas y multíparas. La competencia por recursos como el espacio en el comedero y las áreas de descanso puede provocar un consumo desigual y pérdida de condición en los animales subordinados. Para mitigar este problema, es fundamental que la densidad de alojamiento permita un acceso adecuado al alimento, al agua y a zonas de descanso cómodas para todos los animales.

Los forrajes utilizados en las dietas de vacas secas suelen tener una menor densidad energética y digestibilidad, pero no todos los forrajes de baja calidad son adecuados. Los alimentos contaminados o con moho, que a menudo pueden identificarse por olores anómalos, pueden provocar una reducción en el consumo o selección del alimento, lo que interfiere con el mantenimiento de la condición corporal. Las vacas que ya se encuentran en una condición subóptima son especialmente sensibles a estas inconsistencias y pueden seguir perdiendo condición al acercarse el parto.

Las dietas preparto deben aumentar gradualmente su densidad energética, generalmente mediante la incorporación de pequeñas cantidades de grano u otros ingredientes con una alta concentración de energía, con el fin de apoyar las demandas metabólicas del parto y el inicio de la lactancia. Incluso en unas transiciones bien gestionadas, se espera cierta pérdida de condición corporal después del parto, pero minimizar esta pérdida es fundamental para mantener una buena fertilidad, una producción lechera adecuada y una productividad sostenida a largo plazo. En última instancia, el objetivo no es solo alimentar con eficiencia, sino alimentar con estrategia, adaptando la formulación de la dieta según la etapa de lactancia, la condición corporal de la vaca y su preparación para la transición.

Si bien este artículo se centra principalmente en los sistemas de estabulación comúnmente utilizados en América del Norte y Europa, la gestión de la evaluación de la condición corporal es igualmente fundamental en sistemas de pastoreo y en aquellos que utilizan ordeño robotizado. En explotaciones con una alimentación basada en pastos, la calidad estacional del forraje y las mayores distancias de desplazamiento suelen provocar fluctuaciones más marcadas en la condición corporal, lo que exige estrategias nutricionales específicas. De manera similar, en rebaños con ordeño robotizado, la mayor frecuencia de ordeño puede intensificar las demandas durante el inicio de la lactancia, lo que resalta la importancia de realizar un monitoreo más frecuente de la condición corporal.

Un enfoque moderno de la evaluación de la condición corporal

Una nueva generación de sistemas de cámaras 3D está revolucionando la manera en que los productores lecheros evalúan la salud y productividad de las vacas. Entre estos sistemas, el Dellait Biometric Monitoring System destaca por su combinación de imágenes avanzadas, metodología rigurosa y precisión suiza en su ingeniería. Diseñado para un uso no invasivo, el sistema captura rápidamente una serie de imágenes de profundidad mientras las vacas se mueven de forma natural por el establo, sin necesidad de restricción o contacto físico.

Al analizar cientos de puntos clave en la superficie de cada animal, el sistema crea un «nube de puntos» integral, un mapa tridimensional compuesto por miles de coordenadas espaciales. Estos puntos de datos representan puntos anatómicos como los huesos de la cadera, los huesos de la grupa, la columna vertebral y la caja torácica. A partir de este modelo digital, el software evalúa con precisión la puntuación de la condición corporal, centrándose en la curvatura, el ángulo y la cobertura de los tejidos en regiones específicas.

Además de la evaluación de la condición corporal, el sistema también estima el peso corporal combinando los datos de la nube de puntos con algoritmos validados y puntos de calibración. A diferencia de los métodos tradicionales de pesaje, que pueden verse alterados por el contenido ruminal o el volumen de la ubre, la imágenes 3D ofrecen mediciones consistentes y objetivas, mejorando el seguimiento a lo largo del tiempo. La misma tecnología también facilita la detección temprana de la cojera al identificar cambios sutiles en el paso y la postura, lo que permite una intervención oportuna. En conjunto, estas funciones proporcionan a los ganaderos lecheros una herramienta confiable y basada en datos para la gestión proactiva de la salud y el rendimiento del rebaño.

Otros sistemas de imagen comerciales, incluidos los de DeLaval, Lely y SCR, también ofrecen la evaluación automática de la condición corporal. Aunque la mayoría se basan en la captura de imágenes mediante cámaras fijas en una posición elevada o en ángulo, el Dellait Biometric Monitoring System se distingue por utilizar imágenes de alta resolución basadas en la profundidad combinadas con un mapeo anatómico. Su capacidad para integrar datos en tiempo real y evaluar varios parámetros (incluida la detección de cojeras) lo convierte en una herramienta integral, en lugar de una herramienta para controlar un solo parámetro.

Gestionar de manera efectiva la condición corporal es esencial para optimizar la salud, fertilidad y productividad de las vacas lecheras en todas las etapas de la lactancia. La evaluación de la condición corporal se convierte en una herramienta básica para monitorear el balance energético y la adecuación nutricional, ayudando a los productores a tomar decisiones informadas sobre la alimentación y el manejo. Ya sea para abordar los riesgos del sobre acondicionamiento, mitigar los desafíos del balance energético negativo postparto o asegurar el éxito reproductivo, mantener a las vacas dentro del rango óptimo de CC (3,25 a 3,5) es fundamental para la rentabilidad del rebaño y el bienestar animal. La integración de tecnologías avanzadas, como los sistemas de cámaras 3D, mejora la precisión y consistencia de la evaluación de la condición corporal al eliminar la variabilidad subjetiva y permitir un monitoreo en tiempo real y no invasivo. Estos sistemas ofrecen una solución moderna y escalable para controlar la condición corporal, estimar el peso y detectar signos tempranos de cojeras, lo que permite a los productores tomar medidas proactivas que respalden la sostenibilidad a largo plazo en las explotaciones lecheras.

Implementar una gestión de la evaluación de la condición corporal (CC) no es solo una tarea técnica, sino que también requiere capacitación, consistencia y responsabilidad. La variabilidad en la evaluación manual entre los trabajadores de la granja puede dar lugar a decisiones inconsistentes. De manera similar, la adopción de nuevas tecnologías a menudo depende de la disposición del personal, el entendimiento de los beneficios y un diseño fácil de usar. Si se garantiza una incorporación adecuada y una calibración periódica de los sistemas automatizados, se contribuirá a maximizar su eficacia y a mantener el compromiso del equipo.

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