Cómo el alojamiento en parejas favorece el crecimiento de los terneros | Dellait

Álvaro García

En mis primeros días como asesor en explotaciones lecheras de Sudamérica, uno de los sistemas más comunes para la crianza de los terneros era el conocido como «ternestaca» (combinación de ternero y estaca). El concepto era tan simple como práctico: cada ternero se ataba a una estaca clavada en el suelo, a la que se le habían soldado argollas para sujetar dos cubos, uno para la leche (y posteriormente para el agua) y otro para el alimento. Este sistema permitía trasladar a los terneros diariamente a una zona limpia, reduciendo el riesgo de contraer enfermedades, y también permitía colocarlos bajo la sombra de un árbol durante los días más calurosos para que estuvieran más cómodos.

Era un método muy eficiente para su época, que lograba un buen equilibrio entre la higiene, el manejo y el bienestar de los terneros. De hecho, todavía se utiliza en granjas familiares a pequeña escala. Sin embargo, en aquel entonces no éramos conscientes de que estábamos dejando de lado un aspecto esencial de su desarrollo: los beneficios de la socialización mediante el contacto directo. Ahora sabemos que los terneros criados en contacto cercano con otros muestran un mayor consumo de alimento, se adaptan antes a la alimentación sólida, ganan más peso e incluso desarrollan respuestas inmunitarias más fuertes. La interacción social fomenta comportamientos naturales como el acicalamiento, el juego y la alimentación sincronizada, lo que no solo mejora su bienestar, sino también su rendimiento.

El ternero en sus primeros días de vida

La fase de cría es decisiva para garantizar una salud óptima, un crecimiento adecuado y un correcto desarrollo del comportamiento en los terneros lecheros. Tradicionalmente, lo normal era alojar a cada ternero por separado con el objetivo de reducir la transmisión de enfermedades y facilitar el manejo de la alimentación. Sin embargo, las nuevas perspectivas sobre las necesidades conductuales han generado un creciente interés por promover la interacción social, que brinda a los terneros la posibilidad de expresar conductas naturales como el juego, el acicalamiento y la alimentación sincronizada.

El alojamiento en parejas se ha consolidado como una estrategia intermedia entre el alojamiento individual y el grupal. Aporta los beneficios sociales y conductuales del contacto con otros animales, a la vez que reduce algunos de los riesgos sanitarios asociados a los corrales grupales. Diversos estudios han relacionado el alojamiento social con una mejor adaptación a nuevas dietas, un mayor consumo de alimento y el incremento del peso corporal, sobre todo durante la etapa de destete. Sin embargo, se observaron variaciones en el rendimiento, lo que sugiere que otros factores, como la cantidad de leche suministrada, el momento en el que se emparejan y las condiciones ambientales, pueden afectar a los resultados.

Las condiciones climáticas pueden influir significativamente en los beneficios observados. El estrés por frío puede aumentar las necesidades energéticas de mantenimiento, mientras que el estrés por calor puede reducir el consumo de alimento y afectar negativamente a la función inmunitaria. El alojamiento social puede mitigar el estrés por frío mediante el intercambio de calor corporal y el descanso sincronizado; sin embargo, durante el estrés por calor, el contacto cercano puede tanto favorecer la motivación para alimentarse como aumentar la carga térmica.

Últimos estudios

Un experimento publicado en 2025 y realizado en la Universidad de Florida, comparó el crecimiento, el consumo de alimento, la salud y la actividad de terneros alojados en parejas frente a terneros alojados individualmente, bajo condiciones frías y cálidas en el clima subtropical de Florida. Los terneros recibieron 4,5 litros de calostro de alta calidad (Brix >25 %) en las cuatro horas siguientes a su nacimiento a través de un sistema de alimentación esofágico. Los terneros nacidos entre mayo y agosto recibieron una segunda toma de 2,3 litros durante sus primeras 24 horas de vida. Al tercer día, se les asignó a corrales individuales (0,9 × 1,8 m) o corrales dobles (1,8 × 1,8 m), ubicados en un establo abierto por un lateral, con camas de arena, sombra y ventiladores de techo.

Un poco de contexto histórico: en la década de los 80, el alimento iniciador para terneros que se consideraba que poseía un contenido «adecuado de proteínas» solía contener entre un 16 % y un 18 % de proteína bruta (PB), mientras que los sustitutos lácteos se formulaban con un 18 % y un 20 % de PB y bastante menos grasa que la que usamos hoy en día. Por aquel entonces, también era habitual proporcionar a los terneros lecheros unos 4 litros de leche o sustituto lácteo al día, normalmente repartidos en dos tomas de 2 litros cada una.

Para tener una perspectiva más amplia, desde la década de los 80, las vacas Holstein adultas han incrementado su tamaño, pasando de aproximadamente unos 450-540 kg a unos 700 kg, y el peso medio al nacer ha aumentado de 35-40 kg a 40-45 kg. Este incremento en el tamaño corporal ha provocado, como es natural, un aumento de las necesidades nutricionales, lo que ha impulsado un mayor consumo de sustitutos lácteos (actualmente 6–8 L/día) y de iniciador. Los programas de alimentación han ido evolucionando para adaptarse a este crecimiento, priorizando una mejor eficiencia alimentaria y un desarrollo temprano más rápido. Por aquel entonces, las estrategias de alimentación solían diseñarse para limitar el consumo de leche, fomentando deliberadamente el consumo temprano de iniciador con la idea de acelerar el desarrollo del rumen, aunque ello implicara un crecimiento más lento durante las primeras semanas. En retrospectiva, este enfoque limitó involuntariamente el crecimiento de los terneros y, por extensión, su potencial futuro de producción de leche.

El contraste con el pasado es sorprendente. En este estudio realizado recientemente en Florida, se suministró a los terneros un alimento iniciador con un 22 % de proteína bruta, un 28 % de fibra neutra detergente y un 38 % de fibra neutra fermentable, junto con un sustituto lácteo de alto valor nutricional, con 28 % de PB y 20 % de grasa, administrado en generosas raciones de 8 L/día divididas en dos tomas con cubos de lactancia para terneros. Hoy en día, las raciones se diseñan cuidadosamente no solo para cubrir las necesidades de mantenimiento y crecimiento, sino también para desbloquear el potencial genético y lograr una productividad elevada a lo largo de toda la vida, favoreciendo al mismo tiempo la función inmunitaria, el desarrollo del rumen y la salud general de los terneros; objetivos que, hace cuatro décadas, eran impensables.

En este estudio, el destete comenzó entre los días 43 y 46 y se realizó de manera gradual durante 10 días, disminuyendo progresivamente el volumen de leche: 6 L/día durante 4 días, 4 L/día durante 4 días y 2 L/día durante 2 días. los terneros fueron trasladados a corrales grupales (4–5 terneros por corral), y la recopilación de datos finalizó con la medición del peso corporal en la semana 9.

Las temporadas se definieron como:

  • Fría: desde mediados de octubre hasta mediados de abril (media de 16,9 ± 5,2 °C; mínimas ocasionales de <10 °C).
  • Cálida: desde mediados de abril hasta mediados de octubre (media de 25,6 ± 3,0 °C; índice de temperatura y humedad (THI) constante >65).

Evaluaciones y principales conclusiones

La salud de los terneros se evaluó cinco días a la semana, registrando la incidencia de fiebre (≥39,4 °C) y de diarrea (puntuación fecal 2–3). Se registró, cuatro días a la semana, el consumo de alimento iniciador en cada corral y se calculó su equivalente en materia seca. Se controló el crecimiento mediante el peso corporal al nacer, al inicio y al final del destete, y una semana después del destete, calculándose la ganancia media diaria (GMD) para cada periodo. La actividad se evaluó mediante acelerómetros colocados en las patas, midiendo tanto el tiempo total diario en posición de pie como los patrones horarios de postura.

Aunque los resultados en términos de salud fueron similares entre los distintos tratamientos, se observaron efectos estacionales claros. Durante la estación fría, el número de terneros alojados en parejas que padecieron episodios de fiebre fue menor que el de terneros alojados individualmente. Durante la estación cálida, los terneros padecieron diarrea antes, sufrieron episodios más prolongados y registraron unos índices de fiebre más elevados. Los terneros alojados en parejas mostraron un mayor consumo de alimento iniciador a partir de la semana 5 antes del destete, y esta tendencia se mantuvo durante el destete. Se un observó patrón estacional: en la estación fría, los terneros alojados en parejas consumieron 0,17 kg/día más de alimento iniciador durante el destete, mientras que en la estación cálida las diferencias fueron prácticamente nulas. En cuanto al crecimiento, se observó un patrón similar: los terneros alojados en parejas alcanzaron un mayor peso corporal al final del destete y, una semana después, registraron la mayor ganancia media diaria de peso durante el periodo de destete en la estación fría, con +0,35 kg/día respecto a los terneros alojados individualmente. En la estación cálida, las diferencias en el crecimiento fueron menores y no estadísticamente significativas tras el destete. Los patrones de actividad revelaron que los terneros alojados en parejas estaban más tiempo de pie cada día, sobre todo al final de la tarde y por la noche. Cabe destacar que los picos de actividad vespertina se produjeron al final de la temporada cálida, coincidiendo con la puesta de sol más tardía y con los valores más bajos del índice de temperatura y humedad durante la tarde-noche.

Implicaciones

Este estudio confirma que el alojamiento en parejas beneficia al rendimiento de los terneros, sobre todo en condiciones de clima frío. El aumento en el consumo de iniciador y el crecimiento observado en los terneros alojados por parejas concuerda con informes anteriores que relacionan el alojamiento social con una mayor motivación para alimentarse y explorar los alimentos. Cuando los terneros se alojan con un compañero, no solo comen por hambre, sino también porque el otro ternero está comiendo. Esto se denomina facilitación social, es decir, el comportamiento de un animal provoca el mismo comportamiento en otro.

Además, los terneros tienden a sincronizar sus comportamientos. Si uno está tumbado, el otro suele estarlo también; si uno empieza a mordisquear el alimento, el otro de repente muestra interés por hacerlo también. Así, en lugar de que un ternero explore el alimento de forma cautelosa por su cuenta, ambos exploran juntos, prueban juntos y aprenden más rápidamente que vale la pena consumirlo. Como resultado, empiezan antes a comer alimento sólido, aumentan su consumo y crecen más rápido, no porque el alimento haya cambiado, sino porque cuentan con un compañero que les marca la pauta e incluso compite por la comida.

Cuando hace frío, si dos terneros están alojados juntos, se pueden ayudar mutuamente a conservar el calor. Esto se conoce como termorregulación social, ya que comparten calor corporal al permanecer acostados cerca uno del otro. De esta manera, gastan menos energía en mantenerse calientes (por ejemplo, temblando), destinando más recursos a su desarrollo. Esto podría explicar por qué el alojamiento en parejas parece funcionar mejor en los meses más fríos.

En condiciones de calor, la situación cambia. El estrés térmico suele reducir el consumo de alimento en los terneros, independientemente de la relación social entre ellos. Esta disminución del apetito puede contrarrestar el efecto positivo sobre la alimentación que normalmente proporciona el alojamiento en parejas. Además, en climas cálidos, los terneros tienden a permanecer más tiempo de pie, un comportamiento natural de termorregulación, aunque estar de pie demanda más energía que permanecer acostado. Por lo tanto, aunque mantengan buenas interacciones sociales, sus cuerpos destinan energía a afrontar el calor en lugar de emplearla de manera eficiente en su crecimiento.

El alojamiento en parejas no tuvo efectos negativos sobre la salud, y algunos indicadores (por ejemplo, la menor incidencia de fiebre durante la estación fría) sugieren posibles beneficios. Estos resultados deberían tranquilizar a los ganaderos preocupados por el aumento del riesgo de padecer enfermedades asociado al alojamiento socia, siempre que los terneros se gestionen bajo condiciones adecuadas de higiene y ventilación.

En resumen, alojar a los terneros en parejas desde su nacimiento mejoró el consumo de alimento, su crecimiento y su actividad sin comprometer su salud. Los beneficios fueron especialmente evidentes durante las estaciones más frías, cuando el contacto social puede ayudar a los terneros a conservar energía para su desarrollo. En condiciones cálidas, la diferencia de rendimiento entre los sistemas de alojamiento fue menor, debido probablemente a los efectos predominantes del estrés por calor. Por lo tanto, el alojamiento en parejas constituye un enfoque práctico y orientado al bienestar que puede potenciar el rendimiento, especialmente en climas templados o fríos, siempre que se combine con buenas prácticas de manejo.

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