Vuelve esa época del año: cómo hacer el ensilado perfecto | Dellait

Álvaro García

Se suele describir la elaboración de ensilado como un proceso de conservación. En la mayoría de los casos, lo mejor que podemos lograr es conservar los nutrientes que estaban presentes en el cultivo en el momento de la cosecha. Si la fermentación se realiza correctamente, conserva la calidad de la energía, la proteína y la fibra, protegiéndolas del deterioro y minimizando sus pérdidas durante el almacenamiento. En ese sentido, el ensilado no consiste en «crear» más nutrientes, sino en preservar los que la planta ya tenía antes de ser cosechada.

Sin embargo, existen casos excepcionales en los que el ensilado puede incrementar el valor nutritivo de un cultivo, siendo el ensilado de maíz uno de los ejemplos más conocidos. Durante la fermentación, el entorno ácido ablanda la matriz proteica que recubre los gránulos de almidón del grano. Esta descomposición mejora la digestibilidad del almidón en el rumen y en el intestino delgado, lo que permite al ganado extraer más energía por kilo de materia seca que la que proporcionaría el maíz recién cosechado. Del mismo modo, el tratamiento del procesador de granos, combinado con la fermentación, hace que el almidón sea más asimilable para las vacas.

Los forrajes como la alfalfa o los cereales de grano pequeño no adquieren nutrientes adicionales durante el ensilado, pero la fermentación puede mejorar su aprovechamiento. Cuando se emplean inoculantes, las bacterias del ácido láctico provocan una rápida caída del pH, lo que permite conservar los nutrientes y descomponer parcialmente las paredes celulares de las plantas. Esta ligera alteración estructural puede incrementar la digestibilidad de la fibra, mejorando el aporte energético total que recibe el animal. En los ensilados de cereales de grano pequeño que son más húmedos, ciertos inoculantes también pueden limitar las fermentaciones no deseadas, reduciendo el ácido butírico y la proliferación de organismos que provocan el deterioro, que de otra manera reducirían el valor nutritivo del alimento.

Aunque el ensilado se concibe principalmente como un método de conservación, existen casos excepcionales en los que también puede mejorar la calidad del forraje. El objetivo es cosechar en el momento adecuado, procesar y almacenar correctamente, y emplear herramientas microbianas de manera estratégica, de modo que el material introducido en el silo no solo se conserve, sino que, en determinadas circunstancias, llegue a aportar un valor nutritivo superior al del cultivo original.

Ensilado de maíz

El ensilado de maíz es el fundamento de las raciones lácteas y cárnicas en los Estados Unidos y otras partes del mundo, y por una buena razón: proporciona una mezcla única de fibra digestible y energía procedente del almidón. Para aprovechar todo su potencial, es fundamental determinar con precisión el momento de la cosecha, así como el procesado y almacenamiento del cultivo. Una señal habitual de que el maíz está listo para la cosecha es por la línea de leche en el grano, que debería estar entre la mitad y dos tercios. En esta fase, la materia seca de la planta completa suele oscilar entre el 32 % y el 35 %. Este es el punto óptimo: la digestibilidad de la fibra sigue siendo elevada, mientras que la concentración de almidón y la madurez del grano son suficientes para maximizar el aporte energético. Si se cosecha demasiado pronto (la línea de leche está por el 70% del grano), se corre el riesgo de que haya un exceso de humedad, se produzcan pérdidas por filtración y se reduzca la concentración de almidón. Si se espera demasiado, los granos maduran en exceso, lo que dificulta su descomposición en el rumen y reduce la digestibilidad de la fibra detergente neutro (FDN).

Uno de los principales beneficios nutricionales del ensilado frente al maíz en pie es el efecto de la fermentación sobre la estructura del grano. Durante la fermentación, el entorno ácido ablanda la matriz proteica que rodea los gránulos de almidón, mejorando su digestibilidad. Se ha comprobado que la digestibilidad del almidón puede aumentar entre un 10 y un 15 % entre un ensilado fresco y uno bien fermentado tras 3–4 meses de almacenamiento. Este efecto se intensifica cuando el procesador de granos está correctamente ajustado, con una separación entre rodillos de 1–2 mm aproximadamente, para garantizar que no quede ningún grano intacto. Una simple «prueba de flotación» en un cubo con agua tras el picado permite verificar la calidad del procesado: si más de dos granos por puñado permanecen enteros, es necesario reajustar la máquina.

Cómo maximizar el contenido de fibra, energía y el valor nutricional del ensilado de maíz

El valor nutricional que un cultivo puede aportar a las vacas depende del momento de la cosecha, del tamaño de las partículas y del método de almacenamiento. A medida que las plantas de maíz maduran, el contenido de lignina aumenta, lo que reduce la digestibilidad de la fibra, aunque los granos acumulan más almidón. Para lograr un equilibrio óptimo entre la disponibilidad de fibra y almidón, se recomienda cosechar con un 32–35 % de materia seca (MS). Algunos productores lácteos prefieren un contenido ligeramente más húmedo (30–32 % MS) para incrementar la fibra digestible en raciones ricas en forraje, mientras que los productores de carne de vacuno pueden optar por cosechas más secas (hasta un 37 % de MS) para maximizar los niveles de almidón en las dietas de engorde.

La longitud del corte y la densidad de compactación son muy importantes. En los sistemas modernos basados en la ración total mezclada (TMR, por sus siglas en inglés), una longitud teórica de corte (TLC, por sus siglas en inglés) de aproximadamente 19 mm, con el procesador de granos activado, proporciona la fibra efectiva necesaria para la rumia, a la vez que permite una compactación adecuada. Mantener el silo libre de oxígeno es esencial; se recomienda alcanzar densidades de al menos 225 kg de MS/m³, lo que con frecuencia requiere que varios tractores de gran tonelaje trabajen de forma continua sobre el montón. Si la compactación no es la adecuada, se pierden los beneficios de cosechar en el momento óptimo, ya que aumenta el riesgo por calentamiento y deterioro.

Cuando el ensilado de maíz se elabora correctamente, no solo conserva los nutrientes, sino que los potencia. El procesamiento del grano lo ablanda, lo que aumenta la digestibilidad del almidón más allá de lo que ofrece el maíz crudo, mientras que la fermentación estabiliza toda la masa forrajera. Este valor alimenticio elevado explica por qué el ensilado de maíz se ha convertido en la base de la alimentación del ganado lechero, llegando a representar entre el 30 % y el 50 % de la materia seca de la ración, y por qué es una fuente de energía clave en los programas de engorde del ganado de carne, con un 30 %-40 %. Su constante aporte de nutrientes y su elevada palatabilidad reducen la selección de la ración por parte del animal y ayudan a mantener una fermentación ruminal estable, dos pilares fundamentales para el rendimiento eficiente del ganado.

Ensilado de alfalfa (henolaje)

La alfalfa forma parte de muchos programas de forraje, ya que aporta fibra y proteínas muy fáciles de digerir que complementan el ensilado de maíz en la dieta del ganado. A diferencia del maíz, que se maneja según la materia seca y la madurez del grano, el valor nutritivo de la alfalfa depende de la madurez general de la planta en el momento de la cosecha. El momento óptimo para cosecharla se sitúa entre la fase final del botón floral y el inicio de la floración. En esta etapa, la fibra detergente neutro (FDN) suele oscilar entre el 35 % y el 40 %, lo que equilibra la digestibilidad y el rendimiento. Si se cosecha demasiado pronto, en la fase vegetativa o al inicio de la floración, se obtiene un forraje con una digestibilidad y un contenido de proteína bruta elevados (a menudo >22 % de PB), pero el rendimiento por hectárea es menor y la persistencia del cultivo puede verse comprometida. Retrasar la cosecha hasta mediados o finales de la floración aumenta el rendimiento, pero la lignificación de la fibra se acelera, lo que reduce la digestibilidad y el potencial de consumo.

Los productores deben tener en cuenta el «valor relativo del forraje» (RFV), un parámetro que integra tanto la digestibilidad como el contenido de fibra. Establecer como objetivo valores de RFV entre 150 y 170 permite maximizar el rendimiento animal sin comprometer demasiado el volumen de forraje.

La alfalfa destinada al ensilado debe orearse hasta alcanzar un 35-45 % de materia seca (MS). Un forraje más húmedo aumenta el riesgo de fermentación clostridial, lo que eleva el ácido butírico y reduce del consumo. Por el contrario, un forraje excesivamente seco (>50 % MS) es difícil de compactar, lo que aumenta la porosidad y favorece el deterioro. La clave es un oreado rápido: tras el corte, el forraje se debe extender en hileras anchas para favorecer la pérdida de humedad y, antes de las 24 horas, reunirlo y formar hileras compactas para su posterior ensilado, ayudando a alcanzar rápidamente el objetivo de MS y minimizando las pérdidas por filtración de respiración.

Heno de alfalfa: plazos, procesamiento y rentabilidad

La producción de heno de alfalfa de alta calidad requiere un equilibrio entre el rendimiento y la digestibilidad. El momento óptimo para la cosecha es entre el final de la brotación y el inicio de la floración, cuando la fibra detergente neutro (FDN) suele estar entre el 35 % y el 40 %. Cosecharlo en una fase temprana mejora la digestibilidad de la fibra y el rendimiento animal, pero reduce el tonelaje, mientras que retrasar la cosecha aumenta la producción a expensas de la calidad. Es fundamental elegir el momento de la cosecha en función de los objetivos del rebaño: las explotaciones lecheras de alto rendimiento se benefician de un forraje precoz y altamente digestible, mientras que los sistemas menos intensivos pueden admitir un henolaje ligeramente más maduro para obtener una mayor producción y persistencia del cultivo.

Una vez cosechado, debe procesarse para garantizar un almacenamiento adecuado. El objetivo es alcanzar un TLC de entre 9-13 mm, lo que proporciona un buen equilibrio y favorece una compactación eficaz sin perder fibra efectiva. Si el forraje está más seco de lo recomendable, realizar un picado más fino ayuda a aumentar la densidad en el silo. El objetivo de compactación es el mismo que en el ensilado de maíz, al menos 225 kg MS/m³ para eliminar el oxígeno y evitar el calentamiento.

El proceso de fermentación plantea un reto importante en el caso de la alfalfa, ya que contiene menos azúcares naturales y tiene una mayor capacidad tampón que el maíz. Por eso, los inoculantes son especialmente útiles. Las cepas de Lactiplantibacillus plantarum aceleran la producción de ácido láctico y reducen el pH con mayor rapidez, mientras que el Lentilactobacillus buchneri ayuda a controlar el calentamiento y el deterioro durante el suministro. Elegir el inoculante adecuado puede ser la diferencia entre un henolaje estable y apetecible y uno que se enmohece, pierde digestibilidad y provoca una disminución del consumo en el comedero.

Cuando el heno de alfalfa se elabora correctamente, aporta fibra altamente digestible que estimula la masticación y mantiene la salud del rumen, junto con una cantidad significativa de proteína que reduce la necesidad de recurrir a suplementos caros como la harina de soja. En muchos rebaños lecheros, la alfalfa aporta entre el 15 % y el 25 % de la materia seca total de la ración, en combinación con el ensilado de maíz como fuente energética. Los productores de carne de vacuno lo utilizan para incrementar el aporte proteico y para mejorar la palatabilidad en las dietas de crecimiento o recría. En todos los casos, la clave está en la precisión: cosechar en el momento adecuado, picar a la longitud correcta y garantizar una fermentación hermética para conservar tanto los nutrientes como el valor económico.

Ensilado de cereales de grano pequeño

Los cereales de grano pequeño, como el centeno, el triticale, el trigo, la cebada y la avena, son una herramienta útil que permite a los productores ampliar la ventana de producción de forraje, aprovechar las cosechas de otoño o principios de primavera y optimizar la eficiencia en el uso del terreno. Aunque casi nunca llegan a la densidad energética del ensilado de maíz, si se cosechan y gestionan bien, son un forraje valioso que complementa otros ensilados.

Época y fase de la cosecha

Lo más importante para la calidad del ensilado de cereales de grano pequeño es el grado de madurez en el momento de la cosecha.

  • Fase inicial: máxima digestibilidad y contenido proteico (15-20 % de proteína bruta), pero menor rendimiento. Es ideal para vacas lecheras en lactación o para ganado de engorde de rápido desarrollo, aunque es poco adecuado si se busca optimizar el tonelaje.
  • Fase de masa blanda: máximo rendimiento y mayor contenido de almidón, pero con una digestibilidad de la fibra significativamente reducida. Los niveles de proteína suelen descender por debajo del 10 %. Es mejor para vacas secas o para raciones de vacuno de carne.
  • De hoja bandera a inicio del espigado: es una fase intermedia, en la que se produce forraje con una digestibilidad moderada y un rendimiento aceptable. Esta es la fase más recomendada para el ensilado de calidad para las dietas lácteas.

Los ganaderos deben tener en cuenta las necesidades nutricionales de su ganado a la hora de decidir en qué fase deben cosechar el forraje. Por ejemplo, cosechar el centeno en la fase inicial para las vacas lecheras y permitir que el triticale alcance la fase de espigado para las novillas o el ganado de carne permite adaptar el forraje a las diferentes necesidades nutricionales del rebaño.

Cosecha y ensilado de cereales de grano pequeño

Para conservar correctamente los cereales de grano pequeño, como el centeno, el triticale, la cebada o el trigo, es necesario supervisar atentamente la materia seca, la longitud de corte y la fermentación. El contenido de materia seca objetivo en el ensilado es del 32-38 %. Dado que estos cultivos suelen ser más húmedos en la fase inicial o espigado, a menudo es necesario un de oreado previo. Formar hileras anchas inmediatamente tras la cosecha y emplear acondicionadores que trituren los tallos ayuda a acelerar la pérdida de humedad. Cualquier retraso en el oreado o en el llenado del silo incrementa las pérdidas de azúcares solubles por respiración, que ya son más limitados en estos cultivos en comparación con el maíz.

Para el picado, se recomienda un TLC de 9–13 mm, como en el caso de la alfalfa, para lograr un equilibrio entre una buena compactación y la conservación de fibra efectiva que favorezca la salud del rumen. No es necesario procesar el grano, pero si la cosecha se realiza más tarde, en la fase de masa blanda, cuando los granos se están hinchando, el rolado o un procesado ligero pueden mejorar la digestibilidad del almidón.

El proceso de fermentación supone un reto importante en el caso de los cereales de grano pequeño, ya que contiene menos azúcares naturales y tiene una mayor capacidad tampón que el maíz. Por eso, los inoculantes son fundamentales. Las cepas de Lactiplantibacillus plantarum aceleran la producción de acidificación y estabilizan el pH rápidamente, mientras que Lentilactobacillus buchneri ayuda a controlar el deterioro aeróbico y prolonga la vida útil del silo, algo particularmente importante cuando el ensilado está expuesto a temperaturas elevadas.

La función de los ensilados de cereales de grano pequeño en las raciones y los sistemas de alimentación animal

Los ensilados de cereales de grano pequeño ocupan un lugar particular dentro de los programas forrajeros, siendo un complemento nutricional y agronómico al maíz y la alfalfa. En términos nutricionales, aportan menos energía que el ensilado de maíz (normalmente 0,60–0,65 Mcal ENL/kg MS frente a 0,70–0,74), pero aportan más fibra efectiva.  Los niveles de proteína son más altos cuando se cosechan temprano, oscilando entre el 15 y el 20 %, aunque disminuyen progresivamente a medida que la planta madura. Esto los hace especialmente útiles en raciones para vacas lecheras donde la alfalfa de buena calidad es escasa, contribuyendo a equilibrar la función ruminal y el suministro de proteína. En los sistemas de engorde, los cereales de grano pequeño de cosecha tardía constituyen una fuente económica de fibra y energía para el mantenimiento o la recría, lo que reduce la dependencia de alimentos comprados.

Los beneficios de los cereales de grano pequeño van más allá del rendimiento animal. Dentro de una estrategia ganadera integral, aportan ventajas significativas al sistema. El centeno o el triticale sembrados en otoño y cosechados en primavera permiten realizar un cultivo intercalado con el maíz o la soja, lo que maximiza la productividad del terreno. Su crecimiento acelerado contribuye a proteger el suelo de la erosión, al tiempo que sus extensos sistemas radiculares capturan los nutrientes residuales, especialmente el nitrógeno, que de otro modo podrían filtrarse durante el invierno.

Los ensilados de cereales de grano pequeño no son un alimento que sirva para todos los casos. Su valor depende del momento en el que se cosechan y de los objetivos de producción: las primeras fases ofrecen una mayor digestibilidad y proteína, mientras que las cosechas tardías priorizan el rendimiento y el almidón. Con una gestión adecuada del oreado, el picado, la compactación y la fermentación, se convierten en una opción versátil y fiable, que cubre las carencias estacionales del forraje y mejora la flexibilidad de las raciones tanto en las explotaciones lecheras como en las de carne.

Construyendo una pila de ensilado

Es necesario transportar y compactar el forraje cosechado cuanto antes, ya que la respiración de las plantas y el calentamiento comienzan en el momento en que se cosechan. Para minimizar las pérdidas, el llenado debe realizarse en capas de no más de 15 centímetros de espesor, lo que permite a los tractores compactar el material de manera eficaz.

La densidad de compactación depende de tres factores importantes: el grosor de la capa, el peso del tractor y el número de pasadas. Una norma general es que, por cada tonelada de forraje transportada por hora, debe aplicarse un peso de tractor equivalente a 363 kg sobre la pila. Por ejemplo, si llegan 100 toneladas en una hora, se necesitan tractores con un peso combinado de 36.300 kilos. Esto puede conseguirse con una sola máquina pesada o con varias más pequeñas. La configuración de los neumáticos también es influye: los neumáticos anchos o duales distribuyen el peso sobre una mayor superficie, lo que reduce la presión por centímetro cuadrado, lo que significa que se necesitan más pasadas en comparación con unos neumáticos estrechos.

El objetivo es alcanzar una densidad de compactación de al menos 240 kg/m³ de materia seca. Alcanzar este nivel de compactación minimiza la infiltración de oxígeno, favorece una fermentación estable y preserva el valor nutricional del ensilado.

Sellado y protección

Un sellado correcto es el último paso para proteger la inversión en forraje. El oxígeno es el mayor enemigo de la calidad del ensilado, ya que provoca el calentamiento, el crecimiento de moho y la pérdida de nutrientes. Tras formar la pila de ensilado, hay que cubrirla inmediatamente con plástico y asegurarla firmemente con peso para evitar la entrada de aire.

La tecnología de las lonas ha evolucionado en los últimos años. El polietileno estándar en blanco y negro se sigue utilizando mucho porque es asequible y ofrece una buena protección contra la luz solar. Sin embargo, las nuevas lonas multicapa con barrera de oxígeno, a menudo compuestas por capas de nailon o EVOH, reducen la penetración de oxígeno, lo que disminuye el deterioro superficial y mejora la estabilidad aeróbica durante la distribución del forraje. Aunque su coste inicial es mayor, la reducción de las pérdidas de materia seca puede compensar el gasto, sobre todo en forrajes de buena calidad. Algunas granjas también están adoptando sistemas integrados de dos pasos, en los que se coloca una fina película protectora contra el oxígeno directamente sobre el ensilado y se cubre con una lona protectora más pesada para una mayor durabilidad. Independientemente del tipo de lona, las paredes laterales deben sellarse herméticamente y los solapamientos deben fijarse con bolsas de grava o neumáticos colocados de borde a borde, para evitar la entrada de aire y agua.

Conclusión

La producción de ensilado no sólo consiste en cosechar y almacenar forraje, sino que es un sistema en el que influyen el momento de la cosecha, el picado, la compactación y el sellado. Si la cosecha se realiza demasiado tarde, el corte es muy largo, se compacta de forma insuficiente o se sella de manera deficiente, las pérdidas se multiplican. Sin embargo, si se realiza correctamente, el ensilado proporciona un alimento de alto valor energético, un rendimiento constante y la ventaja económica de conservar hasta la última parte del forraje que tanto esfuerzo ha costado cultivar.

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