La acidosis ruminal en vacas lecheras: causas, efectos y prevención | Dellait

Álvaro García

La acidosis ruminal constituye una de las enfermedades más perjudiciales en términos económicos y, al mismo tiempo, una de las más subestimadas en los rebaños lecheros de alta producción. Según un estudio realizado por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) y el Servicio de Inspección Sanitaria de Animales y Plantas (APHIS) en 2007, la acidosis ruminal subaguda (SARA) puede afectar a un porcentaje elevado de vacas en lactación, a menudo sin manifestaciones clínicas evidentes (USDA-APHIS 2007). Sus síntomas subclínicos, entre los que se encuentran la reducción de la producción de leche, el descenso del contenido graso, la cojera y diversos trastornos digestivos, deterioran de manera significativa la rentabilidad. En los rebaños afectados, las pérdidas económicas diarias pueden superar 1 euro por vaca debido a la disminución de la eficiencia productiva, el aumento de las intervenciones veterinarias y el incremento de las tasas de sacrificio.

El origen del problema se encuentra en las elevadas necesidades energéticas de las vacas lecheras de hoy en día. Para mantener una producción de leche elevada, las vacas se alimentan con dietas ricas en carbohidratos de fermentación rápida, que, si bien permiten alcanzar los objetivos productivos, a menudo comprometen la estabilidad del rumen. Cuando la producción de ácido supera la capacidad de neutralización del tampón, el pH ruminal desciende, lo que crea las condiciones idóneas para el desarrollo de la acidosis. Para poder controlarla de forma eficaz, es fundamental entender tanto los mecanismos biológicos como las consecuencias económicas de este trastorno.

¿Qué lo provoca?

La causa principal de la acidosis ruminal es un desequilibrio entre la producción de ácido y la capacidad del rumen para neutralizarlo. Cuando se consumen grandes cantidades de carbohidratos fermentables, como granos molidos, melaza o subproductos de panadería, la población microbiana favorece la proliferación de bacterias productoras de ácido, entre ellas el Streptococcus bovis y el Lactobacillus spp. Estas bacterias generan ácido láctico, lo que provoca una brusca caída del pH ruminal. A medida que aumenta la acidez, disminuyen la presencia de los microbios beneficiosos responsables de la digestión de la fibra, lo que vuelve al rumen aún más susceptible a alteraciones en la fermentación.

Normalmente, la acidosis se manifiesta de dos formas:

  • La acidosis ruminal subaguda (SARA) es más común y difícil de detectar. Se caracteriza por unos valores de pH ruminal comprendidos entre 5,2 y 5,6 durante periodos prolongados de tiempo. Aunque no ocasiona la muerte inmediata, la SARA genera pérdidas crónicas de producción y afecta de manera significativa a la salud del ganado.
  • La acidosis aguda se produce cuando el pH del rumen desciende por debajo de 5,0 tras una sobrecarga repentina de carbohidratos. Esto puede derivar en una acidosis sistémica, deshidratación y, en casos extremos, la muerte.

La relación con la alimentación

Si bien las estrategias de alimentación influyen de manera decisiva en el riesgo de sufrir acidosis, es importante reconocer que la acidosis ruminal subclínica no se limita a los animales que se alimentan en sistemas de confinamiento. Las vacas en pastoreo, en especial aquellas que se alimentan en pastos frondosos en estado vegetativo temprano, también pueden estar expuestas a este riesgo. Estos forrajes se caracterizan por su alta fermentabilidad y bajo contenido en fibra y, cuando se combinan con suplementos de grano, pueden favorecer una producción excesiva de ácidos grasos volátiles y una caída del pH ruminal. Esta situación, que con frecuencia se pasa por alto, demuestra que la acidosis puede presentarse incluso en lo que parecen ser condiciones de pastoreo «naturales», sobre todo en rebaños de alta producción.

Las pequeñas partículas de alimento también representan un reto similar. Los ensilados excesivamente procesados y los granos molidos atraviesan rápidamente el rumen, lo que reduce el estímulo de rumia. Una menor masticación conduce a un descenso en la producción de saliva, lo que disminuye la capacidad amortiguadora natural del rumen.

Aquí es donde la fibra detergente neutro físicamente efectiva (FDNfe) se convierte en un factor fundamental. A diferencia de cualquier otra fibra, la FDNfe posee la longitud y textura adecuadas para estimular la masticación y mantener la capa protectora en el rumen. Esta capa retiene el alimento en el rumen durante más tiempo, modera la fermentación y favorece el equilibrio microbiano.

Los alimentos ricos en energía, como el maíz, la cebada o el trigo, son necesarios para alcanzar un rendimiento óptimo; sin embargo, si no se acompañan de una cantidad adecuada de fibra efectiva, pueden favorecer la acidificación del rumen.

Ciertos alimentos, si bien carecen de fibra físicamente efectiva debido al reducido tamaño de sus partículas, siguen ejerciendo lo que podría denominarse un «efecto de fibra efectiva» al favorecer la estabilidad del rumen a través de otros mecanismos. La pulpa de remolacha y las cáscaras de soja, por ejemplo, son fuentes de fibra altamente digeribles que no estimulan mucho la rumia, pero modifican el patrón de fermentación ruminal, aumentando la producción de acetato y reduciendo la de propionato y ácido láctico. Esto ayuda a estabilizar el pH ruminal a pesar de su limitada aportación de fibra físicamente efectiva. Del mismo modo, los granos secos de destilería con solubles (DDGS) constituyen una fuente energética de alto valor que no potencia la fermentación rápida asociada al almidón, lo que reduce el riesgo de padecer acidosis ruminal subaguda. Las semillas de algodón, aunque también tienen una longitud estructural de fibra baja, estimulan la masticación, incrementando el flujo de saliva y reforzando la capacidad de amortiguación natural del rumen. Estos ejemplos demuestran que la salud del rumen puede optimizarse no solo mediante el tamaño de las partículas, sino también mediante cambios en los perfiles de ácidos grasos volátiles y el aumento de la salivación, lo que ofrece otras opciones útiles para controlar el riesgo de padecer acidosis (García 2025).

Riesgo y repercusiones de la acidosis ruminal

Existen varios factores interrelacionados que aumentan el riesgo de sufrir acidosis ruminal. Las dietas con un alto contenido en almidón y bajo en fibra son la principal causa, ya que su rápida fermentación provoca un descenso del pH del rumen. Una mala gestión del consumo de alimento, como horarios de alimentación irregulares, TMR inconsistentes o espacio limitado en los comederos, puede provocar una ingesta errática y desestabilizar aún más el rumen. La transición de las dietas de secado a las de lactancia también aumenta el riesgo, ya que las vacas necesitan tiempo para adaptarse a la elevada carga de productos fermentables. El tamaño de las partículas también es importante: los alimentos triturados no estimulan la masticación ni la producción de saliva, lo que reduce la capacidad de amortiguación natural necesaria para mantener la estabilidad del rumen.

Es complicado diagnosticar la acidosis ruminal subaguda (SARA), ya que las vacas suelen parecer clínicamente sanas incluso cuando el pH ruminal se mantiene bajo durante varias horas. Aunque es posible medir directamente el pH mediante una rumenocentesis o un tubo gástrico, los resultados varían según el momento y el sitio de la toma de la muestra. Por eso, los indicios indirectos son más útiles, como, por ejemplo, la presencia de heces blandas, la reducción de la rumia, un menor contenido de grasa en la leche o una relación entre la grasa y la proteína de la leche inferior a 1,2. Cada vez es más común utilizar bolos de pH que permiten transmitir datos en tiempo real para detectar fluctuaciones ocultas del pH en vacas aparentemente sanas.

Si no se controla, la SARA puede tener consecuencias devastadoras. Por lo general, disminuye la producción de leche y el contenido de grasa, mientras que la inflamación del rumen puede derivar en abscesos hepáticos, laminitis y problemas de salud sistémicos. La fertilidad también puede verse comprometida, ya que el estrés metabólico crónico altera el equilibrio hormonal y retrasa los ciclos reproductivos.

Prevención

Para prevenir la acidosis es necesario seguir una estrategia integral, comenzando por una alimentación equilibrada que proporcione suficiente fibra físicamente efectiva y limite el exceso de almidón fermentable. Una transición gradual de la dieta tras el parto permite que la población microbiana del rumen se adapte adecuadamente. Además, los métodos de alimentación deben ser consistentes, garantizando una ración total mezclada (TMR) uniforme y minimizando la selección de alimentos y el vaciado de los comederos. Además:

  • Los aditivos alimentarios, como los tampones, por ejemplo, el bicarbonato de sodio y el óxido de magnesio, pueden incrementar la capacidad de amortiguación del rumen y mejorar la digestión de la fibra cuando se usan simultáneamente (García 2025b). Las levaduras y los probióticos también contribuyen a estabilizar el pH.
  • Es fundamental garantizar que las vacas se sientan cómodas; disponer de espacio suficiente y reducir la competencia en el comedero favorece un consumo constante y reduce el estrés asociado a la alimentación.
  • Los instrumentos de monitoreo, como los comederos automáticos y los sensores inalámbricos de pH, emiten señales de alerta y permiten realizar los ajustes que sean necesarios.

En revisiones recientes, incluida la de Golder y Lean (2023), se argumenta que, por sí solos, los parámetros de pH no son suficientes para definir o diagnosticar la acidosis. En su lugar, se recomienda un marco diagnóstico más amplio que incluya los productos finales de la fermentación, los perfiles microbianos y los resultados del rendimiento a nivel animal. Este enfoque holístico es un reflejo de la complejidad y variabilidad de las respuestas del rumen a la dieta.

La acidosis ruminal no es sólo un trastorno metabólico, es una amenaza económica y un obstáculo para la productividad a largo plazo del rebaño. Para prevenirla no basta con eliminar el aporte energético de la dieta, sino que hay que encontrar el equilibrio adecuado entre la fermentabilidad y la fibra. Con una comprensión más profunda de la estructura del alimento, la microbiología del rumen y el comportamiento de las vacas, tanto los ganaderos como los nutricionistas pueden elaborar dietas que favorezcan el rendimiento sin comprometer la salud del rumen.

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