Álvaro García
Durante generaciones, las pequeñas granjas familiares dedicadas a la producción lechera han criado terneras con métodos muy simples: un cubo para la leche, otro para el alimento, y una estaca con una cuerda o cadena para sujetarlas. Por lo general, estas estacas se colocaban lo suficientemente cerca para que las terneras pudieran ver a otros animales, pero demasiado lejos para interactuar con ellos. Incluso hoy, en algunos sistemas de pastoreo en diferentes partes del mundo, se sigue utilizando este método. Las terneras son atadas a una estaca en el suelo, cerca unas de otras, lo suficiente para verse y escucharse, pero no para tocarse o interactuar. El objetivo de esta práctica es sencillo: evitar que las terneras se amamanten de otras vacas, facilitar una alimentación predecible y minimizar el riesgo de propagación de enfermedades. Estos métodos surgieron por necesidad y razones prácticas, especialmente en contextos donde el trabajo y los recursos eran limitados.
Sin embargo, en estas condiciones, las terneras tienen pocas oportunidades de interactuar con otros animales. Aunque pueden verlos y escucharlos, rara vez tienen la posibilidad de tocarlos o jugar con ellos. Con el tiempo, hemos comprendido que este tipo de aislamiento, aunque no sea intencionado, puede retrasar su desarrollo conductual. Los comportamientos sociales, como el acicalamiento, el juego y el descanso, no son solo actividades agradables; son esenciales para moldear la manera en que las terneras aprenden, se alimentan y responden al estrés en su futuro rebaño.
Los últimos estudios confirman lo que muchos ganaderos han observado de manera anecdótica: las terneras criadas en compañía de otras tienden a adaptarse y a comer mejor, especialmente durante la transición a los alimentos sólidos. Con la modernización de los sistemas lecheros, ha crecido el interés por comprender cómo el alojamiento grupal en etapas tempranas puede mejorar tanto el bienestar de las terneras como su rendimiento a largo plazo dentro del rebaño. (Miller-Cushon & Jensen, 2025).
Beneficios del alojamiento grupal
Alojar a las terneras jóvenes en grupos, sobre todo durante las primeras etapas de su vida, puede tener un impacto positivo en su comportamiento, crecimiento y salud. Las terneras que conviven con una o más compañeras muestran comportamientos más naturales, como acicalarse, jugar y explorar. Estas interacciones no son solo signos de bienestar, sino que forman parte del proceso de aprendizaje y adaptación a nuevos entornos. El contacto social contribuye además a reducir comportamientos anómalos, como el amamantamiento cruzado, que puede provocar problemas como infecciones en el ombligo o daños en las ubres. En términos de desempeño, las terneras criadas en parejas o pequeños grupos tienden a consumir más alimento sólido y a afrontar con mayor facilidad la transición durante el destete. Este aumento en el consumo se traduce en un incremento de peso superior al de las terneras criadas en aislamiento. Aunque algunos ganaderos expresan preocupación por el riesgo de propagación de enfermedades al agrupar terneras, los estudios demuestran que, con una buena higiene y ventilación, el alojamiento grupal no perjudica a la salud de las terneras y, en algunos casos, incluso puede mejorarla, ya que reduce el estrés y fomenta unos patrones de alimentación más consistentes.
Principales aspectos de la gestión
El éxito en la crianza de terneras alojadas en grupos depende de la implementación de prácticas clave de manejo. En primer lugar, el tamaño y la composición del grupo desempeñan un papel fundamental. Alojar terneras en grupos pequeños, normalmente de entre dos y siete individuos, favorece un comportamiento alimentario más adecuado y un crecimiento más uniforme. Cuando las terneras tienen edades similares, la competencia entre ellas disminuye, lo que facilita su adaptación a las rutinas y reduce el estrés tanto para los animales como para los cuidadores.
El entorno también desempeña un papel importante. Las terneras necesitan suficiente espacio para moverse libremente, acostarse cómodamente y expresar comportamientos naturales, como jugar. El hacinamiento no solo limita el desarrollo físico, sino que también puede aumentar los niveles de estrés. La incorporación de elementos sencillos y estimulantes, como un cepillo para rascarse o un objeto blando para morder, puede ayudar a redirigir su energía de manera positiva. Esto, a su vez, contribuye a reducir comportamientos indeseables, como lamer o succionar a sus compañeras en el establo.
Para aprovechar al máximo los beneficios del alojamiento grupal, es recomendable agrupar a las terneras lo antes posible, preferiblemente dentro de la primera semana de vida, antes de que desarrollen hábitos asociados al aislamiento. Durante este período de adaptación, es fundamental vigilar de cerca su salud. Factores como una buena ventilación, camas limpias y un seguimiento constante son esenciales para prevenir enfermedades. Al formar los grupos, también es importante considerar el estado de salud y el temperamento de cada ternera. Algunos animales pueden necesitar más tiempo para adaptarse o se adaptan mejor a compañeras más tranquilas. Con una buena planificación y un buen seguimiento, el alojamiento grupal puede ser una práctica eficiente y beneficiosa para las granjas de cualquier tamaño.
Los estudios sugieren que el tamaño óptimo de grupo para terneras lecheras no destetadas, en sistemas de alojamiento grupal, suele estar entre cuatro y ocho terneras por establo. Este rango parece ofrecer un equilibrio ideal entre la interacción social y una competencia razonable por la comida y el espacio. Las terneras que viven en grupos pequeños, en especial aquellos de cuatro a siete animales, muestran mejoras en el comportamiento alimentario, un mayor aumento de peso y niveles más bajos de estrés en comparación con aquellas en grupos más grandes. Estos beneficios se deben, en parte, a la menor competencia y a la posibilidad de interactuar socialmente de forma natural, a través de comportamientos como jugar y acicalarse mutuamente. En grupos más grandes, de 12 a 18 terneras por establo, aunque se promueven algunos comportamientos naturales, también aumentan los riesgos. La competencia, el acceso desigual al alimento y los niveles más altos de estrés pueden comprometer tanto la salud como el crecimiento de las terneras. Una estrategia eficaz es comenzar alojando a las terneras en parejas y luego pasarlas gradualmente a grupos pequeños. Esto facilita su adaptación a entornos sociales más complejos. Es importante supervisar periódicamente el comportamiento y la salud de las terneras para poder ajustar el tamaño de los grupos y mantener unas buenas prácticas de manejo en la granja.
Crear el entorno ideal para las terneras
Proporcionar a las terneras condiciones ambientales adecuadas es tan importante como el modo en que se alojan socialmente. Incluso los beneficios del alojamiento grupal pueden verse afectados si las terneras pasan frío, están estresadas, o si hay humedad por una mala calidad del aire. Un espacio cómodo, limpio y bien ventilado ayuda a reducir el riesgo de sufrir enfermedades, favorece un mejor consumo de alimento y garantiza que las terneras alcancen su máximo potencial de crecimiento.
Las terneras prosperan dentro de una zona de confort térmico que, para las recién nacidas, se encuentra aproximadamente entre 13 y 24 °C, y para las terneras más mayores, entre 10 y 25 °C. Las temperaturas por debajo de estos rangos obligan a las terneras a gastar más energía solo para mantenerse calientes, lo que puede afectar su crecimiento, a menos que reciban una nutrición adicional. Durante los meses más fríos, una cama de paja, cortavientos y chaquetas para terneras pueden ayudar a conservar el calor. En climas más cálidos, es importante ofrecer sombra e incrementar la ventilación para prevenir el estrés por calor.
La calidad y el movimiento del aire también son fundamentales. Una buena ventilación elimina la humedad, los gases y los patógenos sin generar corrientes de aire. En invierno, se recomienda realizar entre 4 y 6 renovaciones de aire por hora, y en verano aumentar esta cifra a 40 y 60 renovaciones por hora para controlar el calor y la humedad. La velocidad del aire a la altura de las terneras debe mantenerse por debajo de 2 metros por segundo para evitar que se enfríen. En los establos cerrados, los tubos de ventilación con presión positiva pueden proporcionar aire fresco y constante a la altura de las terneras sin corrientes directas.
Para prevenir problemas respiratorios y mantener seca la cama, es fundamental controlar la humedad. La humedad relativa debe mantenerse por debajo del 75%, sobre todo cuando las temperaturas bajan y las instalaciones se mantienen cerradas. La cama debe estar seca y ser lo suficientemente gruesa para permitir que las terneras se acuesten cómodamente, idealmente con una profundidad de 7,5 a 10 cm. En climas más fríos, la paja es el material preferido para la cama, ya que ofrece un mejor aislamiento. En zonas más cálidas, se pueden usar virutas de madera o arena, siempre y cuando se mantengan limpias y secas.
La temperatura, el flujo de aire, la humedad y la cama son los elementos ambientales que sientan las bases para un desarrollo saludable de las terneras y ayudan a maximizar los beneficios de un alojamiento grupal en las primeras etapas de su vida.
La clave para criar terneras sanas y bien adaptadas está en las primeras semanas de vida, cuando se forman sus hábitos, su resiliencia y sus instintos sociales, mucho antes de que entren en la cadena de ordeño. Aunque los sistemas tradicionales de cría priorizaban la conveniencia y el control de enfermedades, lo hacían a costa del desarrollo social. Los últimos estudios y la experiencia en las granjas coinciden en que las terneras se benefician al crecer con compañía.
El alojamiento en grupos no es solo una moda; representa un cambio hacia el reconocimiento de que las terneras son animales sociales, cuyo desarrollo depende de la interacción, el confort y la estimulación mental. Cuando se gestiona adecuadamente, el agrupamiento de las terneras fomenta un comportamiento alimentario más sólido, un crecimiento más saludable y una transición más fluida a la vida en grupo en el rebaño. Lejos de comprometer la salud, un entorno grupal limpio y bien ventilado puede igualar o incluso superar al alojamiento individual a la hora de promover el bienestar de las terneras.
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