Cómo influye la calidad del calostro en la salud y el rendimiento de los terneros | Dellait

Álvaro García

Los terneros recién nacidos son agammaglobulinémicos, y dependen completamente del calostro para desarrollar su inmunidad. La primera toma no solo les proporciona inmunoglobulinas, como la IgG, sino también factores de crecimiento, nutrientes y péptidos antimicrobianos, todos ellos esenciales para la supervivencia y el desarrollo durante las primeras etapas de vida.

Tradicionalmente, la inmunidad pasiva se evaluaba como «adecuada» o «inadecuada» según los niveles de proteína sérica total (PST) o de IgG. Sin embargo, recientemente, varios expertos han propuesto un sistema de clasificación más detallado con cuatro categorías basadas en la PST: deficiente (<5,1 g/dl), aceptable (5,1-5,7), buena (5,8-6,1) y excelente (≥6,2). Este método permite a los ganaderos identificar terneros según distintos niveles de riesgo e implementar estrategias específicas de manejo del calostro.

En un estudio retrospectivo realizado en 2023 por la Universidad Estatal de Míchigan (Crannell y Abuelo, 2023) se evaluó a más de 4.000 terneras lecheras con el objetivo de analizar cómo las distintas categorías de inmunidad pasiva total (IPT) influyen en la salud, el crecimiento, la reproducción y el rendimiento durante la primera lactancia. Los resultados aportaron información práctica para optimizar el manejo de las crías y mejorar la productividad a largo plazo.

Incidencia de enfermedades y mortalidad predestete

Este estudio demostró que existe una relación evidente entre los niveles de inmunidad pasiva y el riesgo de padecer enfermedades en las primeras etapas de vida. La diarrea, que es la enfermedad más común en los recién nacidos, aumentó de forma progresiva a medida que disminuía la inmunidad pasiva total (IPT). Las terneras con una IPT buena, aceptable o deficiente presentaron un riesgo de padecer enfermedades un 14 %, 32 % y 49 % mayor, respectivamente, en comparación con el grupo con una IPT excelente. Estos resultados coinciden con estudios anteriores (Robison et al., 1988; Donovan et al., 1998) que muestran que un aporte inadecuado de IgG incrementa la susceptibilidad frente a patógenos como el E. coli, el rotavirus y el Cryptosporidium. El hecho de que la enfermedad se manifieste antes en las terneras con una inmunización deficiente sugiere que la inmunidad calostral es especialmente importante durante las dos primeras semanas, cuando la inmunidad intestinal aún se está desarrollando.

Las enfermedades respiratorias, en particular la enfermedad respiratoria bovina (ERB), fueron mucho más comunes en las novillas con un IPT deficiente, que se enfrentaban a un riesgo 39% mayor que el de sus homólogas bien inmunizadas. No se observó ninguna diferencia significativa entre la incidencia de ERB en terneras con una IPT aceptable, buena o excelente. Esto corrobora los hallazgos de Windeyer et al. (2014), quienes observaron que la inmunidad pasiva ejerce una influencia menor sobre enfermedades como la ERB, las cuales tienden a desarrollarse más tarde, una vez que los anticuerpos maternos han disminuido.

Lo más llamativo fue que la mortalidad pre-destete se cuadruplicó en las terneras con una IPT deficiente. Por el contrario, las novillas clasificadas en las categorías «aceptable» y «buena» mostraron unas tasas de mortalidad similares a las del grupo «excelente», gracias a los cuidados sobresalientes proporcionados en la granja. Estos resultados confirman lo que ya se sabía desde hace tiempo (Weaver et al., 2000; McGuirk y Collins, 2004): una inmunidad pasiva deficiente es un factor clave que contribuye a la mortalidad temprana de los terneros.

Por suerte, la implementación de protocolos eficaces para el uso del calostro puede reducir significativamente estos riesgos. Los terneros deberían recibir entre 3 y 4 litros de calostro de alta calidad (≥22 % Brix) en las primeras dos horas tras su nacimiento. Las granjas deberían analizar el calostro de forma rutinaria con un refractómetro Brix y controlar las proteínas séricas totales de una muestra representativa de terneros de entre 2 y 7 días de edad. Los últimos estudios de García (2025) y Kargar et al. (2020) sugieren que prolongar la alimentación con calostro durante varios días después del nacimiento reduce aún más la incidencia de diarrea y de las enfermedades respiratorias.

Los terneros con una IPT deficiente deben someterse a cuidados intensivos, que incluyan mejoras de la higiene, reducción del estrés y, cuando sea necesario, intervenciones de apoyo como suplementos inmunitarios, terapia de rehidratación o probióticos.

El crecimiento y el aumento de peso

A pesar de las disparidades en materia de salud, el estudio no encontró variaciones notables en cuanto a la ganancia media diaria (GMD) en el momento del destete entre las distintas categorías de IPT. Esto refleja una gestión sólida en la granja, sobre todo en la consistencia de la alimentación y los protocolos de tratamiento temprano, lo que permitió a las novillas mantener un consumo adecuado de nutrientes pese a la enfermedad.

Si bien los estudios realizados por Elsohaby et al. (2019) y Chigerwe et al. (2015) vinculan unos niveles elevados de IgG con el aumento del crecimiento, estos efectos suelen quedar ocultos en los rebaños con una buena gestión. Un metaanálisis de Raboisson et al. (2016) destacó que el impacto del fallo de la transferencia pasiva (FTP) en el crecimiento varía mucho, ya que depende de la nutrición y la calidad del manejo. En este caso, el hecho de que las terneras fueran criadas de forma excelente minimizó los déficits de crecimiento que se suelen observar en animales con una IPT deficiente. Sin embargo, en sistemas menos optimizados, una inmunidad pasiva baja puede afectar de manera más pronunciada a la ganancia de peso.

Resultados reproductivos

La inmunidad pasiva también influyó a largo plazo en el rendimiento reproductivo. Las novillas con una IPT deficiente tenían un 64 % menos de probabilidad de conseguir quedarse preñadas en la primera inseminación y un 55 % menos de probabilidad de lograr una concepción exitosa, lo que indica retrasos en la pubertad o un deterioro de la fertilidad. Sin embargo, las terneras con una IPT aceptable o buena obtuvieron resultados similares a los del grupo con una IPT excelente, lo que sugiere que las deficiencias moderadas pueden compensarse mediante una gestión adecuada.        

Faber et al. (2005) y DeNise et al. (1989) observaron que unos niveles más elevados de IgG durante las primeras etapas de la vida mejoraban la fertilidad y reducían la edad a la que se producía el primer parto. Los mecanismos que podrían explicar este fenómeno incluyen una menor incidencia de enfermedades, un crecimiento más constante y un desarrollo más saludable del aparato reproductivo.

Curiosamente, en el estudio no se encontraron diferencias entre los grupos de IPT en cuanto al número de servicios necesarios para conseguir una concepción exitosa o la edad del primer parto entre las novillas que alcanzaron la pubertad. Esto podría ser reflejo de los excelentes programas reproductivos de las ganaderías bien gestionadas, que permiten compensar esas carencias iniciales. Aun así, en las explotaciones en las que la gestión es menos rigurosa, las deficiencias inmunitarias tempranas podrían obstaculizar el desarrollo reproductivo.

La producción de leche durante la primera lactancia

La producción de leche en la primera lactancia, ajustada a 305 días (305EM), no mostró diferencias significativas entre las categorías de IPT. A pesar de que se esperaba que una inmunidad temprana favoreciera la productividad a largo plazo, este resultado vuelve a reflejar la sólida gestión posnatal de la granja, incluyendo la nutrición, el control de enfermedades y el monitoreo del crecimiento, que actúa como un factor nivelador.

Algunos estudios (Robison et al., 1988; DeNise et al., 1989) han relacionado unos niveles más altos de IgG en el calostro con una mejora en la producción futura de leche. Sin embargo, en otros, como el de Faber et al. (2005), se muestra que los efectos positivos pueden verse reducidos en rebaños con un fuerte manejo compensatorio. En este caso, el crecimiento antes del destete, en particular alcanzar los 0,7 kg/día de GMD, es un factor clave para predecir la producción futura de leche (Soberon et al., 2012) y contribuyó a minimizar las diferencias observadas.

Conclusión

El presente estudio reafirma el papel fundamental que desempeña el calostro en la salud y el rendimiento a lo largo de la vida de los terneros. Una inmunidad pasiva deficiente aumenta considerablemente el riesgo de padecer enfermedades y de morir en las primeras etapas de vida. Aunque el crecimiento, la reproducción y la producción de leche no siempre difieren de forma significativa en los rebaños de alto rendimiento, estos resultados son susceptibles de variar en entornos menos óptimos.

Al adoptar el sistema IPT de cuatro categorías, los ganaderos pueden evaluar la eficacia del calostro e intervenir cuando sea necesario. Es fundamental suministrar calostro de alta calidad en el momento adecuado, prolongar la alimentación con calostro y controlar regularmente la PTS. Un manejo específico para los terneros con una IPT deficiente, junto con una gestión general sólida, puede mitigar muchos de los riesgos asociados con el fallo de la transferencia pasiva.

En definitiva, invertir en la calidad del calostro es invertir en la supervivencia de los terneros y la productividad y la rentabilidad del rebaño.

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