Adaptar la genética del ganado en vez de modificar el medio ambiente | Dellait

Álvaro García

Para lograr una producción ganadera sostenible, es fundamental adaptar la genética del ganado a su entorno. Esto permite adoptar un enfoque holístico que equilibra el rendimiento animal, la eficiencia en el uso de recursos y las demandas del mercado. Esta filosofía promueve la crianza y selección de animales adaptados a las condiciones climáticas locales, a los recursos alimentarios disponibles y a las oportunidades comerciales, en lugar de modificar el entorno o las cadenas de suministro para ajustarlos a un ganado genéticamente especializado. De este modo, se garantiza la sostenibilidad al armonizar la productividad con las condiciones ecológicas y económicas.

Cómo adaptar la genética del ganado a las condiciones ambientales

La primera fase de una producción ganadera sostenible consiste en asegurar que los animales estén biológicamente adaptados a su entorno. Un ganado bien adaptado al medio local prospera con un mínimo de insumos externos y estrés, lo que disminuye la dependencia de medidas como sistemas de control climático, alimentos especializados o tratamientos contra enfermedades.

Por ejemplo, en las zonas tropicales, convienen razas rústicas como Bos indicus (como la Brahman), que son naturalmente resistentes al estrés térmico, los parásitos y las enfermedades comunes en climas húmedos. En cambio, en regiones templadas, suelen ser más adecuadas las razas Bos taurus (como Angus o Holstein), debido a su mayor productividad en ambientes más fríos. Además, los cruces entre estos dos grupos genéticos han demostrado ser una opción efectiva, ya que permiten obtener bovinos que combinan la tolerancia al calor con una mayor producción de leche o carne.

Los animales adaptados a su entorno aprovechan mejor los recursos alimentarios disponibles, como los pastos autóctonos, los rastrojos de cultivos y los subproductos agrícolas, lo que reduce la dependencia de costosos alimentos importados. Además, son menos propensos a sufrir estrés fisiológico, que de otro modo podría afectar su rendimiento, generar problemas de salud y aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero por unidad de producto.

Disponibilidad de recursos alimentarios

Para adaptar la genética del ganado al entorno, es fundamental considerar la disponibilidad y viabilidad económica de los alimentos. Los animales adaptados a los forrajes y subproductos locales reducen significativamente los costos de producción y el impacto ambiental. Por ejemplo, en zonas áridas o semiáridas, el ganado que aprovecha eficientemente forrajes de baja calidad y alto contenido de fibra, como las gramíneas autóctonas o los rastrojos de cultivos, tiene un mejor rendimiento que las razas de alto desempeño, que dependen de concentrados ricos en energía, como el maíz y la harina de soja.

Los mercados locales de alimentos también desempeñan un papel clave en esta cuestión. Si los alimentos concentrados de alta calidad no están disponibles o resultan demasiado costosos, es fundamental optar por un ganado con menores requerimientos nutricionales. Por ejemplo, los ganaderos de pequeña escala suelen elegir razas de doble propósito, capaces de alimentarse con forrajes rústicos y producir tanto leche como carne, minimizando así la necesidad de insumos externos. Además, si el ganado puede digerir subproductos agrícolas, como granos de destilería o melazas, se fomenta una economía circular al convertir los residuos en productos de alto valor.

Además de los factores medioambientales y alimentarios, la adaptación de la genética ganadera al entorno también requiere ajustar los sistemas de producción a las demandas de los mercados locales y globales. Esto no solo garantiza la viabilidad económica de las explotaciones ganaderas, sino que también promueve prácticas sostenibles.

En las regiones donde los consumidores prefieren carne de vacuno alimentado con pasto, las razas resistentes, como la Hereford o el ganado autóctono, que convierten eficientemente el forraje en canales de alta calidad, son una mejor opción que las razas alimentadas con grano. De manera similar, en el sector lácteo, el ganado con una producción moderada pero un alto contenido de grasa en la leche, como las vacas Jersey o sus cruces, puede satisfacer la demanda local de productos lácteos de mayor valor, como la mantequilla y el queso.

En los mercados orientados a la exportación, los rasgos genéticos que mejoran la calidad del producto, como el marmoleado en la carne de vacuno o el contenido proteico en la leche, pueden aumentar la competitividad. Sin embargo, las regiones exportadoras también deben equilibrar estas exigencias con los costos y las consecuencias medioambientales asociadas al mantenimiento de animales de alto rendimiento.

Reducir al mínimo las alteraciones del medio ambiente

A menudo, transformar el entorno para adaptarlo a determinadas variedades genéticas puede dar lugar a prácticas insostenibles. Por ejemplo, las razas de alta producción, como la Holstein-Friesian, aunque son eficientes en condiciones óptimas, suelen requerir sistemas de ventilación intensivos, dietas ricas en energía y atención veterinaria en climas tropicales. Este tipo de prácticas incrementa el uso de recursos y la degradación del medio ambiente, como el aumento del consumo de agua, la deforestación para cultivar forrajes y las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de las prácticas ganaderas de alto consumo energético.

En cambio, si los animales están genéticamente adaptados al clima y a los recursos locales, la necesidad de este tipo de medidas se reduce de forma natural. Los programas de cría que se centran en rasgos como la tolerancia al calor, la resistencia a las enfermedades y el aprovechamiento eficiente del forraje no solo reducen los costos de producción, sino que también mejoran la resistencia a factores de estrés ambiental, como las sequías o los brotes de enfermedades.

Asimismo, la sostenibilidad también depende de la interacción entre la genética, el medio ambiente y el mercado. La posibilidad de vender productos y acceder a alimentos locales juega un papel crucial a la hora de determinar qué rasgos genéticos priorizar. Los animales adaptados a las condiciones locales, aunque potencialmente menos productivos, suelen ofrecer una mayor estabilidad en mercados fluctuantes.

Por ejemplo, un ganado capaz de pastar en praderas autóctonas con un mínimo de insumos reducirá la dependencia de los mercados mundiales de alimentos, que a menudo están sujetos a la volatilidad de los precios y a las interrupciones del comercio. Además, producir carne de vacuno o leche de alta calidad a partir de ganado adaptado a las condiciones locales puede abastecer a nichos de mercado, como los productos derivados de ganado criado de forma sostenible o alimentado con pasto, lo que permite obtener precios más elevados y satisfacer la demanda de los consumidores por una ganadería respetuosa con el medio ambiente.

Una mirada al futuro

La adaptación de la genética del ganado al entorno no es solo una estrategia biológica o ecológica, sino también una necesidad económica y social. Al seleccionar razas de ganado que prosperen en las condiciones locales y se ajusten a las demandas del mercado, los productores pueden reducir costos, minimizar el impacto ambiental y garantizar la rentabilidad. Los avances en la genómica y la cría de precisión ofrecen herramientas para mejorar aún más el rendimiento del ganado en entornos específicos, sin comprometer la sostenibilidad.

Con este enfoque, se pasa de maximizar la productividad a toda costa a crear sistemas resistentes y eficientes que equilibren las necesidades de los ganaderos, los consumidores y el planeta. Una vez que la genética del ganado, los recursos alimentarios y las oportunidades de mercado se alinean con las realidades medioambientales, la producción ganadera se convierte en una actividad empresarial completamente rentable y sostenible.

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