El henificado natural ha sido la técnica más antigua utilizada para la conservación de forrajes. Esta práctica consiste en exponer al sol las plantas segadas para disminuir su contenido en humedad y posteriormente el forraje es empacado para facilitar su transporte y almacenamiento. Este proceso permite mantener las cualidades nutritivas que tenia el forraje en el momento de la siega.
Un leve calentamiento (20-40 °C) de las pacas de heno durante los primeros días de almacenaje es prácticamente inevitable. Pero cuando el calentamiento es excesivo, este puede ocasionar daño por calor (reacciones de pardeamiento no enzimático) e incluso combustión espontánea, con riesgo de incendio.
Son necesarias tres condiciones para que esto ocurra: presencia de substrato, producción de calor e infiltración de oxigeno. Una vez que las plantas han sido cortadas y permanecen en la hilera, las células vegetales continúan su respiración y desarrollan reacciones químicas.
La energía requerida para esas reacciones es obtenida de la oxidación de azúcares (mediante enzimas) lo que produce acumulación de calor (García y col., 1989). Esta actividad se mantiene siempre y cuando haya presencia de un contenido de humedad óptimo en el forraje. Los forrajes almacenados con alto contenido en azúcares (por ejemplo, leguminosas en estado inmaduro) generalmente contienen un elevado valor nutritivo. Pero al mismo tiempo, pueden presentar mayor riesgo de calentamiento cuando las prácticas de recolección y almacenaje no han sido adecuadas.
La producción de calor en henos empieza inmediatamente después del empacado y se caracteriza por dos picos de temperaturas máximas. El primer pico ocurre 2 ó 3 días después del empacado y ha sido atribuido principalmente a la respiración de las células vegetales. Generalmente es menos intenso y persistente que el segundo.
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