Evaluación de los suplementos vitamínicos comerciales para rumiantes | Dellait

Álvaro García

Aunque los forrajes y los granos de alta calidad aportan muchas vitaminas esenciales, a menudo es necesario recurrir a suplementos comerciales para cubrir posibles deficiencias nutricionales, especialmente en el ganado de alta producción. Al evaluar estos suplementos, es fundamental considerar su biodisponibilidad, formulación y calidad. Si bien los microorganismos del rumen pueden sintetizar ciertas vitaminas del complejo B, otras, como las vitaminas A, D y E, deben incorporarse a través de la dieta. La vitamina A contribuye al crecimiento óseo, la integridad de la piel y el rendimiento reproductivo; la vitamina D regula el metabolismo del calcio y el fósforo, esenciales para la salud ósea y la función muscular; y la vitamina E, un potente antioxidante, protege las células del daño oxidativo y refuerza el sistema inmunológico, especialmente en vacas de alta producción sometidas a estrés metabólico.

Las vitaminas del complejo B son esenciales para el metabolismo energético y la función enzimática. Aunque, por lo general, los microorganismos del rumen las sintetizan, ciertos factores, como una dieta rica en almidón o los desequilibrios metabólicos, pueden ralentizar este proceso y hacer necesaria su suplementación. Los requerimientos vitamínicos varían en función de la raza, la edad, la fase de producción y las condiciones ambientales. En el caso de las vacas lecheras de alta producción, especialmente al inicio de la lactación o en etapas reproductivas, suele ser necesario un mayor aporte de vitaminas A, D y E. La suplementación garantiza un consumo constante, compensando las fluctuaciones estacionales en la calidad del forraje o la falta de fuentes naturales de vitaminas en dietas basadas en cereales.

Suplementos vitamínicos comerciales

Existen distintos formatos de paquetes vitamínicos comerciales, diseñados para adaptarse a diversos sistemas de alimentación y objetivos de producción. Entre los suplementos más utilizados en la nutrición de rumiantes se encuentran las premezclas, que combinan vitaminas y minerales formulados para añadirse directamente a la ración total mezclada (RTM) o a las mezclas de grano. Estas premezclas pueden estar destinadas a etapas específicas de producción, como la lactación o el periodo seco, o ajustarse a las necesidades particulares de cada especie, ya sea ganado lechero o de carne. Por otro lado, los suplementos vitamínicos individuales permiten a los productores abordar carencias concretas o necesidades nutricionales específicas, identificadas a través del análisis del forraje o de evaluaciones de la salud del rebaño. Por ejemplo, la vitamina E suele administrarse en periodos de estrés oxidativo o en dietas con base de ensilado. Las mezclas enriquecidas con vitamina E se emplean para aumentar los niveles de antioxidantes en las vacas antes del parto y al inicio de la lactación, mejorando la respuesta inmunitaria y reduciendo el riesgo de trastornos metabólicos, como la retención de placenta. De manera similar, los suplementos ricos en vitaminas del complejo B suelen utilizarse para reforzar el metabolismo energético en momentos de alta demanda, como el pico de lactación. Asimismo, la suplementación con vitamina A es habitual durante los meses de invierno, cuando el acceso a forraje fresco es más limitado.

Los suplementos vitamínicos, tanto líquidos como secos, ofrecen distintas ventajas según las prácticas de alimentación y las condiciones de almacenamiento. Los suplementos líquidos se absorben con mayor rapidez, por lo que resultan ideales para animales sometidos a estrés metabólico o en períodos críticos, como el manejo de las vacas primerizas. No obstante, tienen una vida útil más corta y requieren un almacenamiento cuidadoso para evitar su degradación. Por otro lado, los suplementos vitamínicos secos, disponibles en polvo, gránulos o pellets, destacan por su estabilidad y mayor vida útil, lo que los hace más adecuados para explotaciones donde los alimentos se almacenan durante largos períodos.

Balance: evaluar las proporciones e interacciones de las vitaminas

Al evaluar una premezcla vitamínica comercial para vacas, es fundamental considerar el equilibrio y las proporciones de las vitaminas incluidas en el producto, para asegurarse de que se ajustan a las necesidades nutricionales del rebaño. Una proporción adecuada de vitaminas no solo mejora la eficacia del suplemento, sino que también previene desequilibrios que podrían afectar negativamente a la salud y la productividad de los animales. Uno de los factores clave a tener en cuenta es la relación entre la vitamina A y la vitamina D, que generalmente se recomienda que esté dentro de un rango de 5:1 a 10:1. Esta proporción es crucial porque, mientras la vitamina A contribuye a la función inmunitaria, la salud reproductiva y la integridad epitelial, la vitamina D juega un papel esencial en el metabolismo del calcio y el fósforo, influyendo en la resistencia ósea y la producción de leche. Un desajuste en esta relación podría comprometer la salud ósea o reducir la eficacia de la vitamina A.

También es importante evaluar el equilibrio entre la vitamina A y la vitamina E. En general, se recomienda una proporción de 4:1 entre ambas. Las dos vitaminas desempeñan un papel fundamental en la función inmunitaria y el rendimiento reproductivo, pero deben mantenerse en equilibrio para evitar interferencias en su absorción. Un exceso de vitamina A puede reducir la disponibilidad de vitamina E, afectando su capacidad antioxidante. Esto es especialmente relevante en dietas con base de ensilado, ya que suelen tener un bajo contenido natural de vitamina E y pueden requerir una mayor suplementación para garantizar un estado nutricional adecuado del ganado.

Además del equilibrio entre las vitaminas, es fundamental considerar la relación entre vitaminas y minerales. Un ejemplo clave es el selenio, que actúa en sinergia con la vitamina E para reforzar las defensas antioxidantes y mejorar la función inmunitaria. En vacas lecheras, se recomienda una combinación de 0,3 a 0,5 ppm de selenio con 500 a 1.000 UI de vitamina E por animal al día. Esta proporción es especialmente crítica en períodos de mayor estrés, como el parto o el pico de lactación, cuando el estrés oxidativo puede ser más elevado. Otra relación importante es la de la vitamina D con el calcio y el fósforo. La vitamina D desempeña un papel clave en la regulación de la absorción de estos minerales, esenciales para la salud ósea y la producción de leche. Si bien la proporción recomendada de calcio a fósforo en la dieta del ganado lechero suele oscilar entre 1,5:1 y 2:1, el nivel de vitamina D en la premezcla debe ser el adecuado para garantizar una correcta metabolización de estos minerales sin provocar desequilibrios.

En cuanto a las vitaminas del complejo B, que normalmente son sintetizadas por los microorganismos del rumen, las vacas lecheras de alta producción o sometidas a estrés metabólico pueden beneficiarse de una suplementación adicional, especialmente de la vitamina B12 y la niacina. La síntesis de la vitamina B12 en el rumen depende de unos niveles adecuados de cobalto y es fundamental para el metabolismo energético y la formación de glóbulos rojos. Por su parte, la niacina contribuye al equilibrio energético y puede ayudar a prevenir la cetosis en las primeras etapas de la lactación. Una premezcla bien formulada garantiza el aporte adecuado de estas vitaminas para optimizar el metabolismo energético y mantener la salud del ganado en condiciones de alta demanda productiva.

También es fundamental revisar las concentraciones totales de las principales vitaminas en la etiqueta de una premezcla vitamínica comercial y asegurarse de que cumplen con los requisitos diarios recomendados. Por ejemplo, las vacas lecheras en lactación necesitan aproximadamente 110.000 UI de vitamina A, 30.000 UI de vitamina D y 1.000 UI de vitamina E al día, mientras que las vacas en período seco requieren niveles más bajos.

La importancia biológica de las provitaminas

Las provitaminas son compuestos precursores inactivos que requieren una conversión metabólica en el organismo del rumiante para convertirse en vitaminas biológicamente activas. A diferencia de las vitaminas, que pueden ser utilizadas directamente tras su consumo, las provitaminas deben pasar por transformaciones bioquímicas específicas para convertirse en vitaminas funcionalmente activas. Este control metabólico permite que los rumiantes activen únicamente la cantidad necesaria de cada vitamina, lo que ayuda a mantener el equilibrio nutricional y reduce el riesgo de toxicidad, especialmente en sistemas de producción donde las concentraciones vitamínicas en la dieta pueden variar.

Un ejemplo de esto es el betacaroteno, un carotenoide que se encuentra en abundancia en forrajes verdes como la alfalfa y los pastos. El betacaroteno actúa como provitamina para la vitamina A y se convierte principalmente en retinol, la forma activa de la vitamina A, en la mucosa intestinal y el hígado. El retinol desempeña un papel crucial en la reproducción, la visión, la función inmunitaria y la integridad epitelial. El organismo de los rumiantes regula la conversión del betacaroteno en función de su estado respecto a la vitamina A, lo que ayuda a reducir el riesgo de hipervitaminosis A, que puede producirse con el consumo excesivo de vitamina A ya formada, pero no con el betacaroteno.

Otra provitamina importante en la nutrición de los rumiantes es el 7-dehidrocolesterol, precursor de la vitamina D₃ (colecalciferol). En los no rumiantes, la radiación UVB de la luz solar convierte el 7-dehidrocolesterol presente en la piel en vitamina D₃. Como resultado, en rumiantes, especialmente en aquellos estabulados, es frecuente que se recurra a fuentes dietéticas de vitamina D o suplementos para garantizar un aporte adecuado. Una vez que el animal consume o sintetiza el colecalciferol, este sufre una primera hidroxilación en el hígado, convirtiéndose en 25-hidroxivitamina D. Luego, en los riñones, se produce una segunda hidroxilación que da lugar a 1,25-dihidroxivitamina D (calcitriol), la forma hormonalmente activa de la vitamina D. En las vacas lecheras en período de lactancia, disponer de suficiente vitamina D es crucial para prevenir trastornos metabólicos como la hipocalcemia (fiebre puerperal), que puede afectar gravemente la salud de los animales.

Mediante la activación de las provitaminas, los rumiantes obtienen una protección biológica frente a la toxicidad de las vitaminas y, al mismo tiempo, pueden gestionar los nutrientes de manera flexible. Esta capacidad es especialmente ventajosa en sistemas de pastoreo, donde el consumo de betacaroteno puede variar debido a los cambios estacionales en la calidad del forraje, o en las operaciones de confinamiento, donde la exposición a la luz solar, y por lo tanto a la síntesis endógena de vitamina D, es limitada.

Para optimizar la salud, la productividad y el rendimiento reproductivo de los rumiantes, es fundamental evaluar eficazmente los suplementos vitamínicos comerciales. Aunque el forraje de buena calidad aporta muchas vitaminas esenciales, las vacas lecheras de alta producción a menudo requieren suplementación adicional, especialmente de nutrientes clave como las vitaminas A, D y E. Es crucial equilibrar adecuadamente las proporciones vitamínicas para evitar tanto deficiencias como toxicidades, prestando especial atención a las interacciones entre vitaminas y minerales, como la de la vitamina E con el selenio y la vitamina D con el calcio y el fósforo.

Aunque los microorganismos del rumen sintetizan las vitaminas del complejo B, las vacas de alta producción o aquellas sometidas a estrés metabólico pueden beneficiarse de un aporte adicional de vitamina B12 y niacina. Comprender el papel de las provitaminas, como el betacaroteno y el 7-dehidrocolesterol, permite una gestión más flexible de los nutrientes, evitando al mismo tiempo el riesgo de toxicidad.

Al elegir los suplementos, es fundamental considerar factores como la biodisponibilidad, la calidad de la formulación y las necesidades específicas del rebaño. Con un enfoque estratégico, se asegura que las vacas reciban una nutrición equilibrada, lo que mejora la productividad, el bienestar animal y la rentabilidad global de la explotación.

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