La cojera | Dellait

Álvaro García

Según la definición del APHIS (Servicio de Inspección de Sanidad Animal y Vegetal) del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), la cojera es una enfermedad de carácter multifactorial que afecta a cerca del 24% de las vacas lecheras de EE. UU., con una mayor prevalencia en los rebaños más grandes y con un 55% de los rebaños con al menos una vaca coja. Esta enfermedad, derivada de cualquier dolor o molestia que afecte a la capacidad del animal para caminar con normalidad, hace hincapié en la necesidad de llevar a cabo una gestión integral para mejorar el bienestar y la productividad. Por lo general, la cojera altera la marcha, por lo que las vacas dan zancadas irregulares, muestran preferencia por una extremidad, muestran rigidez o son reacias a moverse. El sistema de puntuación de la marcha consta de cinco niveles (del 1 al 5) que califican la gravedad: desde una puntuación de 1, que indica que no hay ningún problema, hasta una puntuación de 5, donde se observa un arqueamiento pronunciado del lomo, preferencia por una extremidad y reticencia a moverse o levantarse. Hay otras causas, como las distensiones de cadera, columna o musculares, que también pueden provocar molestias similares a las de la cojera. Por ejemplo, un parto prolongado puede ejercer presión sobre los nervios pélvicos, en particular sobre el obturador y el ciático, y provocar alteraciones de la movilidad. En estos casos suelen ser necesarios tratamientos complementarios, fisioterapia o medicamentos antiinflamatorios, aunque la recuperación de los nervios puede ser lenta. Es esencial contar con un diagnóstico veterinario preciso para determinar el origen del dolor y orientar correctamente el tratamiento y los métodos de gestión.

Las consecuencias de la cojera

La cojera en las vacas puede tener consecuencias imprevistas y afectar tanto a la vaca en sí como a la dinámica del rebaño, lo que a menudo agrava el problema (García. 2024). Las vacas con cojera presentan una movilidad reducida y dolor, lo que se traduce en conductas inusuales, como una disminución del tiempo que dedican a comer, un menor consumo de materia seca y un descenso de las visitas al comedero. También pasan más tiempo tumbadas para aliviar la presión sobre las patas afectadas, lo que puede limitar el acceso a los recursos y afectar a la producción de leche.

Desde un punto de vista social, las vacas con cojera tienden a aislarse del rebaño, quedando a menudo relegadas a la periferia y participando menos en las conductas sociales o de acicalamiento. Este aislamiento las hace más vulnerables a ser desplazadas por vacas más sanas y dominantes, especialmente en las zonas de descanso y en los comederos. Esta disminución de la interacción social evidencia el impacto general de la cojera sobre la dinámica del rebaño y el bienestar social.

Con el tiempo, la reducción de la movilidad y la alteración del comportamiento de las vacas con cojera se traducen en puntuaciones bajas de la condición corporal. Estas vacas evitan competir por hacerse hueco en el comedero, lo que reduce su consumo, genera un balance energético negativo y acaba provocando una pérdida de peso. Este descenso de las reservas corporales puede interferir con la recuperación, ya que una disponibilidad reducida de nutrientes dificulta la reparación de los tejidos y la función inmunitaria.

Los riesgos del sistema de puntuación binario

Clasificar la cojera en una escala de 1 a 5 puede ser subjetivo y complejo, incluso para los evaluadores capacitados, por lo que los expertos recomiendan un sistema binario más simple – «con cojera» o «sin cojera»- para lograr una mayor coherencia y reducir la variabilidad de la puntuación. Algunos estudios, entre ellos el de Leach et al. (2012), respaldan este enfoque y consideran que un sistema binario puede aumentar la precisión y la congruencia en las granjas. Sin embargo, Leach et al. (2010) observaron que un enfoque binario podría no detectar síntomas tempranos, lo que aumentaría la gravedad y alargaría el tiempo de recuperación. Identificar a tiempo los cambios sutiles en la forma de andar permite intervenir con rapidez, lo que mejora los resultados de la recuperación y reduce la necesidad de recibir tratamiento.

Flower y Weary (2006) señalan que, en los establos de estabulación libre, se usa el sistema de puntuación de la marcha de 5 puntos, en el que una puntuación superior a 2 indica que el animal sufre de cojera. Gibbons et al. (2014) afirman que en la estabulación libre es más frecuente basarse en señales de conducta, como el hecho de aligerar el peso en la extremidad afectada por la cojera. Si bien ambos métodos identifican cojeras que van de moderadas a graves, es posible que el método que se utiliza en la estabulación libre no detecte los casos más leves, lo que retrasaría la detección. Además, en los estudios realizados en el Reino Unido, se suele utilizar una escala más sencilla de 4 puntos, en la que la cojera se define como cualquier puntuación superior a 1 (Main et al., 2012). Estos sistemas de puntuación tienen el problema de que son subjetivos, lo que afecta a la consistencia y fiabilidad entre los distintos evaluadores, sobre todo si carecen de experiencia. Los avances realizados en el campo de las cámaras 3D parecen prometedores de cara a la detección automática de cojeras (van Hertem et al., 2014). En ese estudio, los algoritmos de visión por ordenador utilizados para clasificar la cojera alcanzaron una precisión del 81,2% con un estricto enfoque binario y del 90,9% cuando se permitió una tasa de error de una unidad en la escala de 5 puntos. Gracias al uso de mediciones 3D en tiempo real, el sistema mejoró la precisión con respecto a las evaluaciones visuales tradicionales.

Lesiones en las extremidades

Las lesiones en las extremidades del ganado vacuno pueden producirse en las zona proximal (arriba), en la parte central y en el área distal (abajo), dato útil para el diagnóstico y el tratamiento.

  1. Zona proximal: esta zona incluye la parte superior de la pata, cerca de la cadera o el hombro. En esta región, las lesiones pueden afectar a grandes grupos musculares, a la articulación de la cadera o el hombro, o al fémur/húmero. Entre los problemas más comunes de este área se encuentran las luxaciones de cadera, las distensiones musculares o las lesiones articulares, que a menudo se producen por resbalones u otros incidentes traumáticos.
  2. Parte central: incluye la parte superior de la pata por debajo de la cadera o el hombro y por encima de la rodilla o del corvejón, englobando huesos principales como el fémur o el húmero. Las lesiones que se producen en esta zona, como las fracturas o las distensiones de los tendones, son graves, ya que afectan a las principales zonas de carga de peso de la vaca, siendo a menudo consecuencia de caídas o traumatismos directos. Según Roche et al. (2023), para clasificar las lesiones de rodilla y corvejón, lo más habitual es utilizar una escala de 4 puntos, en la que una puntuación superior a 1 indica que existe una lesión. El índice de prevalencia de las lesiones en los rebaños varía ampliamente, ya que las lesiones en el corvejón afectan desde el 0% hasta el 81,2% de las vacas, y las lesiones de rodilla desde el 2,8% hasta el 43%.
  3. Zona distal: abarca la parte inferior de la pata, incluidas las zonas alrededor del menudillo, la cuartilla y la pezuña. Las lesiones distales son las más comunes en las vacas lecheras, ya que sus pezuñas están sometidas a un gran estrés al estar de pie sobre superficies duras. En esta zona son frecuentes las lesiones en las pezuñas, las úlceras en la suela o las infecciones como la podredumbre podal, que a menudo pueden provocar cojera. La parte inferior de la pata también es susceptible de sufrir distensiones de ligamentos e inflamaciones articulares, sobre todo en las explotaciones de alta producción en las que las vacas pasan mucho tiempo de pie. Los estudios indican que, en el ganado lechero, entre el 80% y el 90% de los casos de cojera se deben a problemas en la parte distal de la extremidad, especialmente en las pezuñas (ICAR. 2018). Este porcentaje tan elevado resalta la importancia del cuidado y la supervisión regular de las pezuñas para mantener la salud y la productividad del ganado.

En las vacas lecheras, la cojera se produce tanto por causas traumáticas como infecciosas, y hay condiciones específicas que influyen en su prevalencia. Las afecciones traumáticas suelen ser el resultado de estrés mecánico, de factores ambientales o de una presión prolongada sobre la pezuña o la suela, lo que provoca daños tisulares y úlceras. Cuando se clasifican los casos de cojera en función de estas tasas de incidencia, aproximadamente el 69% de los casos de cojera son de origen traumático, mientras que alrededor del 31% son consecuencia de agentes infecciosos. Para poder orientar las estrategias de prevención y gestión es necesario conocer la importancia relativa que tienen los traumatismos y las enfermedades infecciosas en las cojeras, ya que es necesario adoptar enfoques específicos en función del tipo de cojera que predomine en el rebaño.

Causas predisponentes y determinantes de la cojera

Las condiciones medioambientales influyen significativamente en la susceptibilidad de las vacas lecheras a sufrir de cojera, ya que hay factores como la humedad, la existencia de superficies resbaladizas, los suelos irregulares y la acumulación de estiércol en las instalaciones, que generan las condiciones ideales para que aparezcan lesiones en las pezuñas. Cuando hay humedad en los establos o en los pasillos, el tejido de las pezuñas se reblandece y se vuelve más propenso a sufrir lesiones e infecciones. Hay estudios que afirman que las pezuñas absorben una cantidad considerable de humedad tras unos minutos de exposición, lo que aumenta su vulnerabilidad. Si se mantienen secas las zonas de tráfico intenso, puede reducirse el riesgo de que se degraden de las pezuñas

Cuando las superficies de los establos o salas de ordeño son resbaladizas, aumenta el riesgo de resbalones y caídas, lo que provoca lesiones en las pezuñas y las articulaciones. Añadir ranuras al suelo mejora la tracción y reduce los resbalones. Además, las superficies irregulares generan unos puntos de presión en las pezuñas que provocan inflamaciones, mientras que la acumulación de estiércol incrementa la humedad y las bacterias, lo que aumenta el riesgo de infecciones.

Independientemente de la susceptibilidad, hay algunos factores que directamente provocan la cojera, ya que empeoran el estado de las pezuñas. Unas pezuñas reblandecidas sobre un suelo húmedo son propensas a lesiones como las úlceras de la suela y la enfermedad de la línea blanca. Cuando los suelos son irregulares y los animales permanecen mucho tiempo de pie, se sobrecargan determinadas zonas de las pezuñas, lo que provoca hematomas y úlceras. La acumulación de estiércol favorece el crecimiento bacteriano, con la consiguiente aparición de cojeras de origen infeccioso, como la dermatitis digital. Para reducir estos riesgos, es esencial realizar un mantenimiento regular de las instalaciones, favoreciendo así el bienestar y la productividad de las vacas.

La cojera es una enfermedad compleja que afecta al ganado lechero y en la que influyen múltiples factores, como las condiciones ambientales, las prácticas de gestión y la fisiología inherente a la vaca. Se estima que el 24% del ganado lechero de EE.UU. sufre esta enfermedad, por lo que la cojera representa un problema importante tanto para el bienestar de los animales como para la productividad de las explotaciones. Su prevalencia es aún mayor en los grandes rebaños, lo que recalca la necesidad de disponer de estrategias de detección y gestión eficaces y accesibles.

Aunque los sistemas de puntuación sencillos facilitan la detección, es posible que pasen por alto algunos casos sutiles de cojera en fases tempranas. Diversos estudios han comprobado que una intervención a tiempo mejora significativamente la recuperación, por lo que abogan por métodos de evaluación más precisos siempre que sea posible. Los avances realizados en el campo de las imágenes tridimensionales y los sistemas de monitorización automáticos ofrecen nuevas posibilidades para mejorar la precisión de la detección y permitir una intervención rápida, reduciendo así tanto la carga económica como el impacto en el bienestar de los animales asociado a la cojera.

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