Álvaro García
La escasez de forraje y los bajos precios de la leche representan un desafío constante para los ganaderos, ya que reducen la rentabilidad y afectan la productividad del rebaño. En este artículo se presentan estrategias prácticas, basadas en datos objetivos, que pueden ayudar a las explotaciones lecheras a mantenerse económicamente viables y productivas durante estos periodos tan complicados. Mediante la optimización de la carga animal, la selección estratégica de recursos alimenticios alternativos, la mejora de la calidad de la leche, la priorización de la salud del rebaño y el uso de tecnologías modernas, los ganaderos pueden gestionar mejor los costes y maximizar la productividad. Las prácticas de manejo que se detallan a continuación están respaldadas por beneficios económicos comprobados y ofrecen soluciones concretas para fortalecer la resiliencia y la rentabilidad de las explotaciones, incluso en contextos comerciales adversos.
Optimizar el uso del espacio
Algunos análisis recientes sugieren que aumentar la producción en solo 1,5 litros por vaca al día en una explotación de 100 vacas puede incrementar significativamente los beneficios netos. Por ejemplo, este aumento podría representar aproximadamente 8.208 euros más al año, suponiendo un precio de 0,48 €/litro y considerando los costes medios de producción. Antes de incorporar más vacas al rebaño, es fundamental optimizar la productividad de las vacas que ya se tienen. Asegúrese de que todos los establos estén ocupados por animales que aporten una alta eficiencia productiva. En ocasiones, un leve hacinamiento puede mejorar la producción total de leche si se maneja adecuadamente y no se compromete el bienestar animal, especialmente cuando hay suficiente espacio para comer y descansar. Por ejemplo, en una instalación diseñada para 1.000 vacas, un hacinamiento moderado implicaría alojar entre 1.050 y 1.100 animales. Si este nivel de ocupación se gestiona con cuidado, puede mejorar la productividad global de la granja, al distribuir los costes fijos entre más animales y aumentar la producción total de leche por instalación.
No obstante, para que esta estrategia tenga exito, es fundamental aplicar medidas de manejo muy precisas. Para mantener la productividad y el bienestar de los animales en estas condiciones, es clave asegurar que todas las vacas tengan acceso constante a agua limpia, espacio suficiente en el comedero para alimentarse al mismo tiempo (idealmente entre 61 y 76 cm lineales por vaca) y amplias oportunidades para descansar. Además, para prevenir problemas de salud asociados al estrés, es indispensable contar con una buena ventilación, un control eficaz de la temperatura, camas limpias que se sustituyan con frecuencia y programas proactivos de manejo sanitario del rebaño. Cuando estas prácticas se implementan correctamente, el hacinamiento leve puede incrementar la rentabilidad sin comprometer la comodidad ni la salud de los animales, generando un escenario donde aumentan tanto la productividad como la eficiencia económica.
Elegir bien los alimentos
Revise con regularidad la calidad del forraje y ajuste tanto el tipo como la calidad según la fase de lactación de las vacas. Las vacas de alta producción, especialmente al inicio de la lactación, necesitan dietas ricas en nutrientes y deben recibir el forraje de mejor calidad disponible. En cambio, las vacas de menor producción o las vacas secas pueden aprovechar forrajes de calidad inferior sin afectar a su salud ni a su desempeño. La escasez de forraje y la volatilidad en los precios de los granos han hecho que los forrajes alternativos y los subproductos se conviertan en opciones cada vez más atractivas. Estudios recientes han demostrado que el uso de fuentes de fibra digestible, como los granos de destilería, la cáscara de soja, la pulpa de remolacha y el salvado fino de trigo (middlings), puede contribuir a mantener, e incluso mejorar, la producción de leche, al tiempo que se reduce la dependencia de forrajes y granos tradicionales, que suelen ser más costosos.
Los granos de destilería (DDGS), un subproducto de la industria del etanol, siguen siendo muy valorados por su alta densidad de nutrientes, ya que aportan proteínas, energía y fibra sin alterar negativamente el pH del rumen. En un estudio realizado por Weiss (2019), se observó que la inclusión de DDGS en niveles moderados (entre el 15 y el 20 % de la materia seca de la ración) no solo mantenía la producción de leche, sino que además, al aumentar la proporción de ácidos grasos insaturados, mejoraba su composición.
La cáscara de soja y la pulpa de remolacha son también excelentes fuentes de energía gracias a su contenido en fibra fermentable. Por su nivel moderado de proteínas y su alta digestibilidad, resultan un complemento ideal para forrajes de menor calidad. Estudios recientes han confirmado su eficacia para mantener la salud del rumen y mejorar la producción de componentes lácteos durante periodos de escasez de forraje.
Mejorar la calidad de la leche puede incrementar los beneficios
Una de las formas más sencillas de aumentar la rentabilidad de las explotaciones lecheras sigue siendo mejorar la calidad de la leche, incluso cuando el precio de la leche es bajo. Reducir el recuento de células somáticas (RCS) de 400.000 células/ml a menos de 200.000 células/ml no solo mejora el precio por la calidad de la leche, sino que también incrementa el rendimiento lácteo y favorece la salud de los animales. Estudios recientes sugieren que reducir el recuento de células somáticas (SCC) a 200.000 células/ml puede aumentar el precio de la leche en aproximadamente 0,0044 euros por litro y elevar la producción en unos 0,9 litros diarios por vaca.
Asimismo, reducir los recuentos bacterianos por debajo de 25.000 unidades formadoras de colonias/ml puede incrementar aún más el rendimiento de la leche y prolongar su vida útil, lo que influye positivamente en la percepción del consumidor y en su comerciabilidad. Mejorar la calidad general de la leche a través de prácticas de gestión y saneamiento bien definidas puede convertirse en una estrategia clave para aumentar la rentabilidad.
Para lograr una calidad de leche elevada y constante, es fundamental seguir unas rutinas de ordeño adecuadas. Los procedimientos previos al ordeño, como la limpieza, el secado y la estimulación de los pezones, favorecen la bajada de la leche y ayudan a prevenir la contaminación bacteriana. Adoptar prácticas post-ordeño, que incluyan la limpieza de los pezones con desinfectantes eficaces, reduce significativamente la presencia de patógenos causantes de mastitis.
Además, al establecer y seguir rigurosamente protocolos de tratamiento para la mastitis, se puede reducir drásticamente la incidencia y la gravedad de las infecciones. La detección precoz y el tratamiento adecuado de los casos de mastitis clínica, junto con el uso estratégico del tratamiento de las vacas secas, permiten reducir significativamente el recuento de células somáticas y mejorar la salud general del rebaño. Además, si los empleados reciben formación periódica y se supervisan los procedimientos de ordeño, asegurando el cumplimiento de las buenas prácticas, se mejora la calidad de la leche y la rentabilidad de la explotación.
Priorizar la salud y la longevidad de las vacas
Es contraproducente reducir los costes de manera que afecten negativamente a la salud o al confort de las vacas, como escatimar en camas, alimentos de alta calidad o atención veterinaria. En su lugar, se recomienda reducir los gastos aplazando las compras de capital no esenciales, como la actualización de equipos, mejoras en las instalaciones o inversiones no críticas, hasta que las perspectivas financieras mejoren.
Es importante evaluar con cuidado los métodos de reposición del rebaño. Una tasa elevada de reposiciones puede ser un indicio de problemas subyacentes relacionados con el confort, la salud o el manejo de las vacas, más que una simple necesidad de más novillas. Si se mejora la longevidad de las vacas mediante un mejor manejo, control de salud y estrategias nutricionales, se pueden reducir significativamente los costos asociados a las reposiciones. Según estimaciones recientes, el coste de criar o comprar una novilla lechera de reposición suele oscilar entre 1.300 y 2.200 euros. Prolongar la longevidad de las vacas, aunque sea solo una lactación más, puede reducir sustancialmente los costos anuales de reposición. Por ejemplo, reducir la tasa de reposición del rebaño en un 5% en una explotación lechera de 100 vacas podría traducirse en un ahorro anual de entre 6.500 y 11.000 euros. Este ahorro ilustra claramente el beneficio económico de priorizar la salud, el confort y la gestión general del rebaño para mejorar la longevidad de las vacas.
Las nuevas tecnologías son cada vez más importantes para lograr una gestión rentable del rebaño, especialmente en las explotaciones de mayor tamaño o durante épocas de crisis económica. Un ejemplo es el uso de tecnología de cámaras 3D, que permite controlar de manera no invasiva el peso corporal de las vacas, evaluar su condición física y detectar los primeros signos de cojera. Gracias a estos dispositivos, es posible gestionar el rebaño de forma proactiva, identificando a las vacas que requieren intervenciones nutricionales o veterinarias antes de que surjan problemas de salud graves. Al integrar estas tecnologías avanzadas de monitoreo, los productores lácteos pueden mantener una salud y productividad óptimas en las vacas, reduciendo así los costos asociados con enfermedades, cuidados veterinarios, sacrificios prematuros y reposiciones innecesarias.
La adopción de estas tecnologías proactivas para la gestión de la salud puede generar importantes beneficios económicos. Solo con la detección temprana de cojeras, se pueden ahorrar alrededor de 50 euros anuales por vaca, mientras que la mejora de la eficiencia reproductiva puede aumentar el valor de la producción en unos 90 euros anuales por vaca. Además, las estrategias de prevención de la cetosis pueden generar un ahorro de aproximadamente 30 euros anuales por vaca, y la optimización de la eficiencia alimentaria puede suponer un ahorro adicional de unos 50 euros anuales por vaca. En total, todas estas técnicas pueden representar un ahorro potencial de unos 200 euros anuales por vaca. Con un coste de alquiler de aproximadamente 1 euro mensual por vaca, la rentabilidad de la inversión (ROI) derivada del uso de estas tecnologías avanzadas de monitoreo oscila entre el 200% y el 500%, lo que resalta su gran valor para las explotaciones lecheras. En última instancia, el uso de estas tecnologías no solo mejora el bienestar de las vacas, sino que también incrementa significativamente la eficiencia económica a largo plazo de las explotaciones lecheras.
Para afrontar con éxito los periodos de escasez de forraje y la caída de los precios de la leche, es necesario adoptar un enfoque estratégico y exhaustivo que ponga énfasis en la eficiencia, el bienestar animal y la innovación. Los ganaderos lecheros que gestionen proactivamente el confort de las vacas, optimicen meticulosamente la carga animal, utilicen recursos nutricionales alternativos de forma estratégica y mantengan rigurosos protocolos de calidad de la leche lograrán una productividad sostenida incluso en tiempos de dificultades económicas. A través de la integración de tecnologías de vanguardia, como los sistemas de monitoreo 3D y las técnicas de nutrición de precisión, los productores pueden mejorar la salud y la longevidad de las vacas, al mismo tiempo que incrementan significativamente la rentabilidad operativa. De todas las estrategias sugeridas, la mejora de la calidad de la leche mediante la implementación de rutinas de ordeño más eficaces y la prevención de la mastitis suele ser la más fácil de poner en práctica y la que genera un impacto económico positivo más inmediato. Estas técnicas, como los procedimientos eficaces antes y después del ordeño, la inmersión de los pezones y el tratamiento temprano de la mastitis, requieren una inversión adicional mínima y producen beneficios inmediatos gracias a la reducción del recuento de células somáticas y de la contaminación bacteriana. La mejora de la calidad de la leche se traduce de inmediato en un aumento de los pagos por la leche y en una mayor producción, lo que resulta en un incremento directo y oportuno de la rentabilidad.
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