La alimentación y el manejo de las vacas son clave en la reducción de la huella de carbono de la leche

Joaquín Ventura & Fernando Diaz

La leche producida por ganado vacuno constituye entre el 4 y el 19 % de la proteína alimentaria en la dieta de las personas, dependiendo de la región del mundo, y contiene una serie de nutrientes esenciales para el ser humano como calcio, vitaminas o aminoácidos esenciales. Además, el vacuno lechero produce una parte muy apreciable del total de proteína cárnica que entra a formar parte de nuestra dieta.

Frente a estos datos, que muestran la importancia que tiene el vacuno lechero en la producción de alimentos de calidad para el ser humano, desde hace unos años se está señalando a la ganadería bovina como productora de gases de efecto invernadero (GEI), junto al resto del sector agrario. Aunque la cantidad real de gases de efecto invernadero emitida por la agricultura y la ganadería es relativamente baja en comparación con las de otros sectores (figura 1), ambas actividades mantienen un esfuerzo sostenido para disminuir sus emisiones de CO2, metano, N2O y otros contaminantes.

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Figura 1. Emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del sector agrícola en Estados Unidos (fuente: Inventory of U.S. Greenhouse Gas Emissions and Sinks, 2017).

En estos esfuerzos del sector ganadero para reducir lo máximo posible su contribución a la producción global de gases de efecto invernadero, se encuadra un estudio llevado a cabo en Nueva Zelanda y publicado en el Journal of Dairy Science en enero de 2020. Los autores observaron la tendencia en el tiempo de la huella de carbono de la leche producida en Nueva Zelanda por el grupo cooperativo Fonterra.

En el cálculo de la huella de carbono de la leche se incluyeron las emisiones de todas las actividades relacionadas directa o indirectamente con la producción lechera, desde el cultivo de alimentos para los animales hasta el momento en que la leche salía de la granja. Los datos recopilados abarcan el periodo entre 2010 y 2018 e incluyen explotaciones de toda Nueva Zelanda.

Relación entre la huella de carbono de la leche y el pasto

Los principales resultados obtenidos fueron:

  • La huella de carbono media anual de la leche fue de 0.75-0.81 kg de CO2 equivalente/kg de leche corregida en grasa y proteína. Las proporciones a las que contribuyó cada factor de la producción se detallan en la tabla 1.

Tabla 1. Principales fuentes de las emisiones de CO2 equivalente en las explotaciones lecheras evaluadas

Factor Porcentaje del total
CH4 producido por los animales 69-71 %
– CH4 entérico de las vacas en producción – 85-86 %
– CH4 entérico de los animales de reemplazo – 12-13 %
– CH4 procedente de las deyecciones – 1-2 %
Emisiones de N2O 15-16 %
– N2O de las excreciones de los animales – 61-63 %
– N2O procedente de los fertilizantes agrícolas – 20-21 %
Emisiones de CO2 14-15 %
– CO2 procedente de la producción de alimentos para las vacas – 4-12 %
– CO2 procedente de los fertilizantes agrícolas no nitrogenados – 4-12 %
– CO2 procedente del CaO utilizado como enmienda – 4-12 %
– CO2 procedente de la producción de fertilizantes nitrogenados – 4-12 %
– CO2 derivado de la producción de la electricidad utilizada en la granja – 4-12 %
– CO2 procedente del diésel utilizado en las actividades de la granja – 3-4 %

 

  • La huella de carbono de la leche producida fue similar en las granjas de toda Nueva Zelanda, aunque ligeramente superior en la región de Northland (máximo de 0.90 kg de CO2 eq/kg de leche corregida en grasa y proteína en 2011/2012 frente a un máximo de 0.84 kg de CO2 eq/kg de leche corregida en grasa y proteína en 2012/2013 del resto de regiones), incremento asociado a una menor producción lechera por vaca.
  • Factores como las sequías tuvieron una gran influencia en la producción de CO2, como por ejemplo en la región de Taranaki en 2017/2018, temporada en la que se disparó hasta los 0.83 kg de CO2 eq/kg de leche corregida en grasa y proteína desde los 0.75 de la temporada inmediatamente anterior.
  • La huella de carbono de la leche producida por las granjas incluidas en el cuartil de mayor producción por cabeza fue un 15% menor que la de las granjas del cuartil con menor producción. Esta diferencia se asoció fundamentalmente a un descenso en las emisiones de metano y estuvo determinada por una producción de leche por cabeza un 71% mayor en las granjas del cuartil superior respecto a las del cuartil inferior, de manera que cada kg de leche se produjo de forma mucho más eficiente.
  • La relación de los incrementos en la huella de carbono por kg de leche producida registrados en este estudio con los periodos de sequía, con menos disponibilidad de alimento en los pastos, y los datos recopilados en estudios anteriores (Lorenz et al., 2019; Chobtang et al., 2017) señalan que cuanto mayor es la proporción de alimento que las vacas pastan directamente de los prados, menor es la huella de carbono de la leche producida.

Conclusiones

La leche de las explotaciones más productivas tuvo una huella de carbono un 15% inferior a la de las granjas con menos producción por cabeza. Aunque las emisiones globales fueron mayores por animal, esto se compensó con el aumento de producción, de manera que disminuyeron los kg de CO2eq por kg de leche producida. Según señalan los autores, esto muestra que mediante un manejo adecuado que nos permita aumentar la productividad del rebaño se puede mejorar la huella de carbono de la producción láctea.

La huella de carbono de la leche podría reducirse aún más utilizando ingredientes de baja huella de carbono para la producción de piensos y optimizando el abonado nitrogenado de los campos donde se producen estos ingredientes y el pasto.

Centrándonos en el modelo de producción de leche de vaca neozelandés, este tiene una huella de carbono por kg de leche producida inferior a la de otros países donde el modelo de producción es más intensivo (0.75-0.81 kg de CO2 eq/kg de leche frente a 1.1-2.1 kg de CO2 eq/kg de leche, según de Vries et al., 2019). El factor clave es el sistema de alimentación, basado en una proporción mucho mayor de pasto consumido directamente por las vacas que en el resto del mundo, con una utilización baja de concentrados; también tiene una influencia importante una menor tasa de reemplazo de los animales.

Referencias

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