Crear razas que se adapten al entorno | Dellait

Álvaro García

A nivel mundial, el ganado comparte un genoma muy similar, aunque su rendimiento puede variar considerablemente según la región. Esta diferencia se debe a que la productividad no depende únicamente del potencial genético, sino también de la interacción con el entorno. Entre los factores ambientales, tanto el clima como la disponibilidad de forrajes y alimentos desempeñan un papel clave. En general, las razas importadas no alcanzan su máximo potencial cuando se alimentan con plantas locales, mientras que las razas autóctonas se adaptan mejor a ellas, aunque su producción de leche es limitada. Por ello, la estrategia más sostenible consiste en adaptar la genética del ganado a los alimentos disponibles de cada región, a menudo mediante el cruce de razas.

Brasil: Holstein, Gyr y el auge de la raza Girolando

Brasil es uno de los mayores productores de leche del mundo, pero sus condiciones de producción difieren radicalmente de las de las regiones templadas, donde se han desarrollado la mayoría de las razas lecheras de alto rendimiento. En las principales áreas de producción lechera de Brasil, el ganado se alimenta principalmente de forrajes tropicales como la brachiaria y el napier (Pennisetum purpureum). Este tipo de forrajes se adaptan muy bien al calor, a las variaciones estacionales de las precipitaciones y a la sequía, lo que los convierte en fuentes de forraje fiables en unas condiciones tropicales. Sin embargo, su perfil nutricional presenta grandes retos para el ganado de alto rendimiento: son ricos en fibra, con unos niveles de fibra detergente neutro (FDN) que a menudo superan el 65 % y de fibra detergente ácido (FDA) por encima del 35 %. El contenido de proteína bruta es moderado (7-12 % de la materia seca en el caso de la brachiaria) y la digestibilidad suele situarse entre el 50 y el 60 %. Esto contrasta con los forrajes de regiones templadas, como el raigrás (Lolium perenne) o la alfalfa (Medicago sativa), que suelen ofrecer más de un 18 % de proteína bruta y unos niveles de digestibilidad del 70-80 %.

Cuando el ganado Holstein (Bos taurus), reconocido mundialmente por su excepcional producción de leche, fue importado a Brasil, se encontró con un desajuste fundamental entre su potencial genético y los alimentos disponibles. Las Holstein, que durante décadas habían sido alimentadas con ensilados y concentrados ricos en energía en sistemas de producción intensiva, tuvieron dificultades para mantener una producción de leche elevada con los forrajes tropicales fibrosos. En la práctica, su producción media en los sistemas brasileños forrajeros se redujo hasta los 3.500-5.000 litros, muy por debajo de los 9.000-12.000 litros que se consiguen en Norteamérica o Europa. Para conseguir una mayor producción, los productores tuvieron que suministrar suplementos energéticos caros (maíz o harina de soja) e invertir en sistemas de enfriamiento, ya que las vacas Holstein también son muy susceptibles al estrés térmico.

Por el contrario, la raza Gyr (Bos indicus), importada de la India a principios del siglo XX, respondió de una manera totalmente distinta. Las Gyr, adaptadas a las altas temperaturas, a los parásitos y al forraje de baja calidad, digerían eficazmente los forrajes tropicales fibrosos y mantenían su fertilidad en una condiciones que resultaban problemáticas para las Holstein. Sin embargo, su producción de leche era baja, con un promedio de solo 800 a 1.500 litros por lactancia. Por eso, aunque el ganado Gyr destacaba por su capacidad de adaptación y resistencia, no podía ofrecer los volúmenes de leche que demandaba un mercado brasileño en plena expansión.

La clave residió en realizar cruces de razas de manera sistemática. Al combinar el gran potencial de producción de las vacas Holstein con la capacidad de adaptación de las vacas Gyr, los investigadores y ganaderos brasileños desarrollaron la raza Girolando. Esta raza suele presentar una composición genética de 5/8 Holstein y 3/8 Gyr, aunque se usan distintas proporciones según las condiciones de producción. Hoy en día, las Girolando constituyen la base de la ganadería lechera brasileña, con una producción de entre 4.500 y 7.000 litros por lactancia en sistemas basados en forraje, una fertilidad y supervivencia superiores a las de las Holstein y una producción de leche más elevada que la de las Gyr.

El auge de la raza Girolando refleja una idea más amplia: la mejora genética solo tiene éxito cuando se adapta a los alimentos disponibles y al clima. En los forrajes tropicales fibrosos de Brasil, caracterizados por su alto contenido en fibra y bajo nivel proteico, las vacas Holstein de pura raza no logran expresar todo su potencial, mientras que las Gyr de pura raza no alcanzan una producción suficiente. El cruce de razas ha dado lugar a unos animales capaces de aprovechar con eficiencia los nutrientes de los forrajes tropicales y, al mismo tiempo, mantener unos niveles de producción de leche económicamente sostenibles. Hoy en día, se estima que más del 80 % de la leche brasileña procede de rebaños Girolando, un claro reflejo de la adaptación de esta raza al entorno forrajero del país.

África Oriental: vacas frisonas y razas cruzadas alimentadas con subproductos agrícolas

En África Oriental, la alimentación del ganado depende menos de los forrajes y más de los subproductos agrícolas. Los tallos de maíz, los tallos de sorgo y las hojas de plátano conforman la dieta básica del ganado, con un uso limitado de concentrados. Estos alimentos son voluminosos, fibrosos y pobres en proteínas en comparación con el ensilado de maíz y las raciones formuladas que se emplean en Europa.

Las vacas frisonas (Friesians) importadas fueron seleccionadas genéticamente para producir altos volúmenes de leche con dietas ricas en energía, pero resultaron poco adecuadas para estos subproductos forrajeros. En lugar de producir entre 30 y 40 litros diarios, como ocurre en Europa, su rendimiento promedio se reducía a solo 8-12 litros por día, además de verse afectadas por el estrés térmico y por enfermedades transmitidas por garrapatas.

Los cebúes autóctonos podían alimentarse de subproductos agrícolas con muy pocos insumos, pero su producción rara vez superaba los 3 litros diarios. La solución fue el cruce de razas: los animales híbridos entre frisonas y cebúes producían entre 6 y 15 litros por día, y toleraban mejor los subproductos fibrosos, el calor y los parásitos que las frisonas de pura raza.

Una tendencia global

Brasil y África Oriental, aunque presentan ecosistemas diferentes, siguen un mismo patrón: las razas importadas de alto rendimiento no se adaptan a los recursos forrajeros locales, mientras que el ganado autóctono está adaptado, pero presenta una menor productividad. Los cruces permiten salvar esta brecha, al combinar una producción de leche aceptable con un uso eficiente de los forrajes tropicales fibrosos y los subproductos agrícolas.

Esto demuestra que la capacidad productiva del ganado no depende únicamente de su adaptación al clima. Las características nutricionales de los forrajes y alimentos disponibles, así como el contenido de fibra, la digestibilidad y el perfil nutricional, son factores igual de decisivos a la hora de determinar si el potencial genético del ganado puede aprovecharse al máximo.

Conclusión y recomendaciones

Las experiencias de Brasil y África Oriental demuestran que los recursos forrajeros, al igual que el clima, determinan el éxito de la genética del ganado lechero. Las vacas Holstein y las frisonas, criadas para sistemas situados en regiones de clima templado con una alimentación rica en energía, rinden por debajo de lo esperado cuando se enfrentan a forrajes tropicales fibrosos o a subproductos de cultivos pobres en nutrientes. Por el contrario, los cebúes autóctonos sobreviven y se reproducen en estas condiciones, aunque su producción de leche es limitada. El cruce entre las razas Bos taurus de alto rendimiento y las Bos indicus con capacidad de adaptación se ha mostrado como la vía más eficaz para tener éxito. La Girolando en Brasil y los cruces entre frisonas y cebúes en África Oriental son ejemplos de cómo, al combinar productividad con rasgos de adaptación, se obtienen animales resilientes y rentables en las condiciones de alimentación locales.

La lección principal tiene implicaciones tanto económicas como ecológicas. Los esfuerzos por «forzar» al ganado importado a rendir a través de suplementos intensivos, infraestructura y apoyo veterinario suelen ser caros, insostenibles y, a menudo, inaccesibles para los ganaderos a pequeña escala. En cambio, alinear la genética del ganado con los alimentos disponibles en cada región permite crear sistemas autosuficientes; el ganado prospera con lo que hay, los ganaderos reducen su dependencia de recursos externos y la producción se mantiene viable incluso en condiciones climáticas adversas.

Por lo tanto, las estrategias para el futuro deben centrarse en la selección genómica de rasgos de adaptación, como la tolerancia a las dietas fibrosas, al estrés térmico y a las enfermedades endémicas, al tiempo que se conservan y utilizan los recursos genéticos autóctonos mediante un cruzamiento de razas estructurado. El progreso también dependerá de la inversión paralela en forrajes, mejorando la base nutricional con leguminosas ricas en proteínas y variedades mejoradas de brachiaria. Para tener éxito, los programas de mejora genética deben priorizar las necesidades de los ganaderos y diseñarse para los sistemas que dependen de los subproductos agrícolas y de los forrajes, para dejar de depender de los alimentos importados. Por último, los marcos normativos deberían incorporar la idea de adaptar la genética a los alimentos disponibles, evitando depender de razas de regiones templadas importadas que carecen de soporte, y fomentando estrategias a largo plazo que integren los entornos locales, los recursos forrajeros y la resiliencia climática.

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